↓veintiséis↓

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Esa noche Chris se quedó a su lado en silencio, sabía que Minho no iba a poder conciliar el sueño y es que el amor era un sentimiento complicado que ni él mismo entendía, y que aún no había tenido la oportunidad de conocer

— Nunca creí que conseguirías novio antes que yo..— Susurró en mayor.

— Novio...

Los ojos de Minho se abrieron de par en par, dándose cuenta de que en ningún momento le pidió ser pareja, sólo se habían besado y abrazado, acariciado y mirado como si fueran verdaderas maravillas en sus vidas, pero nada era oficial y sintió el verdadero terror recorrer su cuerpo.

— No somos novios aún...

Y no es que le molestara, ni que no pudiera esperar, ni que no quisiera ser su novio, sólo que era la primera vez en la que sentía algo así por alguien y él era realmente lo más lindo que le había pasado en la vida y no sería para nada una molestia pedírselo, pero el problema y la razón que lo hacía asustarse tanto, era que él no tenía ni la más mínima idea de cómo hacerlo, y si le había costado una eternidad el hecho de confesarse, pedirle ser novios iba a ser el doble de difícil, ¿Iba a poder superar eso, iba a poder sobrevivir a tal presión arterial? Y lo peor no era el hecho de que quizá no saliera vivo de eso, si no, si encontraría la forma ideal.

¿Lograría encontrar la manera indicada de pedirle estar juntos, de decirle lo importante y precioso que es para él, en tan simples y vagas palabras y hacerlo oficial? Él merecía mucho más que sólo credulas y frías frases, más que simplemente decirle cosas bonitas, él lo era todo desde que lo conoció, y es que se transformó en la razón por la cual se preocupa todos los días, la persona que le robaba los sueños y más de un corazón roto al verlo llorar, verlo sufrir por sus padres, verlo delgado y con ojos cansados.

Lo había visto tantas veces siendo tan frágil, que cada vez que eso ocurría, se adueñaba de partes de su corazón y aún seguía haciéndolo, se preguntaba si algún día aquello pararía o si simplemente él ya no sufriría más, él era el ser más bello cuando lloraba y el ser más hermoso cuando sonreía, con esa preciosa curba ancha que dejaba a la vista todos sus dientes y evidenciaba sus pequeñas bolsitas bajo sus ojitos redondos, acompañadas de esas lindas arruguitas en los costados, que terminaban por arrancarle el corazón a Minho, con sólo ser espectador y a veces causante de esas maravillas.

¿Cómo debía decirle todo ello? Si ni si quiera supo desde qué momento comenzó, y es que quizá, comenzó desde mucho antes de conocerlo. Todo era tan confuso y abrumador que lo mantuvo despierto toda lo noche, mientras Chris luchaba por mantenerse despierto, acostado a su lado, con los ojos cansados a punto de cerrarse, su mejor amigo que ahora estaba intentando apoyarlo y que había sido capaz de salir tarde de casa, sólo para escucharlo desahogarse del gran acontecimiento que estaba atravesando en su corta vida, un real y catastrófico enamoramiento.

— Deja de pensar en eso... no te apresures... no es... necesario aún— La voz de Chris se fue perdiendo al igual que sus ojos se fueron cerrando, cayó rendido en su sueño cuando su cabeza cayó levemente unos centímetros más abajo apoyándose completamente en la almohada.

Minho subió la cobija hasta su cuello y le susurró un tierno "gracias" y comprendió que no servía de nada seguir meditandolo, él chico dormido a su lado tenía razón, no había motivos para apresurarse y preocuparse aún, tenían tiempo de sobra de ahora en adelante para estar más tiempo con el niño de sus más lindos pensamientos y debía disfrutarlos, y estando cansado por falta de sueño no era la mejor manera de hacerlo.

El pelinegro se acomodó un poco y cerró sus ojos, pudiendo así quedarse dormido más rápido de lo que pensó, sintió que fue la noche más corta de su vida, a la mañana siguiente despertó temprano, sus ojos le dolían y un extraño peso no lo dejaba moverse. Había olvidado que Chris se había quedado a dormir y ahora se encontraba siendo abrazado por él desde atrás, ¿En qué momento de la noche se había convertido en la cuchara pequeña?

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