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Primer día de clases  y los nervios se apoderaban de mi cuerpo. Antes de que la alarma sonara me levanté y, con pereza, camine al baño para ducharme. Con el agua cayendo en mi cuerpo miles preguntas invadían mi mente ¿Podré hacer amistades? Había entrado gracias a recomendaciones, desconozco que tipo de personas estarán, ¿Cómo serán los profesores? Tal vez debí molestarme en averiguar. Salí del baño y me apresuré en vestirme, al verme con el uniforme logré tranquilizarme un poco. Sentí que era oficialmente realidad, una estudiante del curso de heroísmo.

Baje las escaleras con mi mochila en mano. Me senté en el comedor a desayunar junto con mi madre y mi hermano. Mi padre murió en un accidente con un villano, iba de camino al trabajo cuando este apareció y quedó en la mitad de una pelea, no logro salir con vida. Se podría decir que estuvo en el momento equivocado y el lugar equivocado. Él es la razón por la que quiero ser héroe, para evitar que le pase a alguien más. Mi objetivo es proteger a las personas.

- ¿Akane? Mi amor, ¿Estas bien? -Preguntó mi madre.

- Si, solo estoy nerviosa. Ya sabes, primer día.

- No te preocupes -dijo mi hermano sonriendo-. Lo harás bien.

- Sé que lo haré bien, pero los nervios me están ganando igual.

- Intenta respirar, todo saldrá como se debe. En fin, yo me voy.  

- Tu hermano tiene razón -contestó mi mamá-. Ahora termina de comer y ándate, no quieres llegar tarde.

Al terminar, me despedí y salí corriendo. Tal vez debí ir a la escuela de mi hermano, me sentiría más cómoda, al menos tendría alguien conocido. Nerviosa e inmersa en mis pensamientos llegué a la escuela antes de lo esperado. Luego de un largo paseo buscando la sala que me correspondía, entré al encontrarla, viendo a un gran número de personas hablando y conociéndose. Un chico alto, con lentes, llamándole la atención a otro que tenía sus pies sobre la mesa. Escogí un lugar detrás de aquel chico rubio cenizo. Me sentía incómoda al ver cómo todos ya estaban hablando tan cómodamente, me senté y coloqué la mochila sobre la mesa, apoyando la cabeza sobre ella e intentando descansar antes de que comience la clase, cuando me vibra el celular anunciando un mensaje.

-¿Por qué tan cabizbaja? ¡Levanta la cabeza!

¿Qué?

-Hola, perdón por no haberte hablado durante este tiempo. He tenido mucho en mente -respondí con rapidez.

-¡Aún no me haces caso Akane!

- No entiendo a que te refieres

-Intenta conversar con alguien -decía la pequeña burbuja de mi celular

-¡Estoy haciendo amigos! Que poca fe me tienes

- ¿Cómo quieres que te tenga fe si me estás mintiendo a la cara? -escuche una risa seguida del comentario, en un tono muy conocido.

- ¡Denki! -me pare del asiento a abrazarlo- no sabía que entraste acá.

- Claro, como vas a saber si no hablamos desde hace tiempo -me sonrío. Esa sonrisa que siempre me mataba por dentro.

Denki y yo fuimos amigos desde pequeños. Nuestras madres fueron compañeras de chicas y su amistad se mantuvo durante mucho tiempo hasta pasar a nosotros, lo que nos unió.
Lo malo del cuento: durante mi tiempo en la escuela que me di cuenta de que sentía algo por él. Siempre intenté ignorar mi sentimiento, mintiéndome diciendo que es un gran cariño de amigos, y los sigo intentando.

MírameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora