49

51 2 1
                                    


El sol amenazaba en esconderse entre los árboles, desde la última vez que vimos a Satoshi el ambiente ha estado más sombrío de lo usual a pesar de los intentos de subir el animo a través de entrenamientos y al traerle dulces a Mitsuo, su rostro infantil miraba fijamente lo que le entregara pero evitaba a toda costa verme a los ojos.

Deje al peliblanco entrenar a solas en el patio, en la cocina miraba el vapor salir del hervidor. Me asome a la ventana a observar al pequeño, cada segundo que me encuentro a solas vuelvo a repasar los últimos momentos de Satoshi junto a la oferta de Yoki. Al volver a la casa Mitsuo arrastraba los pies hasta su habitación mientras yo me quede los últimos momentos de la noche con la mayor; sentadas frente a una gran ventana podíamos ver el patio donde el sol comenzaba a salir, llamó mi atención en un suave carraspeo.

- Akane, entra en la agencia -habló casi en un susurro-. No vas a perder nada, no es una muy grande y va a darte lo suficiente para vivir. 

- No voy a ir -contesté rápidamente-. Mira, Yoki, te lo agradezco pero si voy solo lograré que los héroes que me buscan me encuentren más rápido. Así no podré hacer mucho por Mitsuo, ahora él es mi responsabilidad. 

- ¿Y qué pretendes hacer? Sin un peso, con mil personas pisándote los talones. ¿Quién va a ayudarte?

Un nudo se formaba en mi estomago cada vez que volvía a recordar aquella conversación, me comía la cabeza pensando en mi decisión y si Satoshi estaría de acuerdo en que, haber rechazado la propuesta, era la mejor opción. Deje la comida de Mitsuo servida, tocando la ventana para llamarlo. Sentí los pequeños pasos del chico caminar hasta la mesa, sentándose junto a mi.

- ¿Cómo estuvo el entrenamiento? -pregunté al sentir el incomodo silencio.

- Igual que siempre -respondió desinteresado.

- Suelo entrenar contigo, esta vez lo hiciste solo.

- No siempre entrenamos juntos. Fue igual que siempre -contestó siguiendo con su comida.

Exhale el aire que estuve conteniendo y con una palmada en la mesa mire las tazas saltar y volver a caer en su lugar. Desde la noche en el hospital, Mitsuo me miro a los ojos. Una mirada sin brillo, con miedo. Sus manos se apretaron formando pequeños puños sobre la mesa, pero se mantuvo en su posición.

- La muerte de Satoshi me tiene tan adolorida como a ti, pero no tolerare una actitud así. Solo estamos nosotros, somos la única familia que nos queda -dije saliendo del comedor.

- Estuvo bueno -desde la salida del comedor me voltee hacia la espalda de Mitsuo, emitiendo un sonido de pregunta-. El entrenamiento... estuvo bueno. 

Empuje la puerta de madera, entrando al helado escritorio de Satoshi. El sol se había puesto y la noche sin luna había dejado la habitación a oscuras, toque la pared hasta encontrar el interruptor de la cálida luz. Camine junto a la estantería hasta llegar a la larga mesa, del pisapapeles de cristal saque el sobre que me fue entregado. Lo abrí con cuidado, una carta bien doblada salió del envoltorio, la conocida letra de Satoshi me aplasto como una roca en el corazón.

"Nakamura, si estas leyendo esto debe ser porque ya no estoy junto a ustedes. Esta no es una carta sentimental, te escribo para que sepas cuál es tu lugar ahora. Es tu turno de ser quien tome la responsabilidad, la cabeza de la casa. El chico te responderá a ti y él será tu carga, solo tuya. A partir de hoy tu me reemplazarás, encontrarás los archivos de mis investigaciones bajo los libros y maderas en la habitación del escritorio, no olvides avanzar con inteligencia. No te preocupes por mi, he vivido largos años y, finalmente, mi tiempo ha llegado.

MírameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora