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Era rápido por naturaleza, pero había aprendido en mi entrenamiento. Nuestros movimientos no eran audibles, sus golpes eran bloqueados, solo se escuchaba nuestra respiración agitada por el cansancio y las gotas que caían sobre nuestras cabezas. Desde la veranda oí su voz llamándome.

- ¿Está listo? -pregunté al entrar.

- Sécate antes de entrar y date un baño antes de probártelo.

Con fuerza sequé las gotas que caían de mi cabello y dejé las zapatillas cubiertas de barro fuera de la casa. Escuché sonar el pestillo del baño una vez estuve dentro, mi mano no se movía de este, preparándome mentalmente para lo que iba a ver. Mi frente golpeó suavemente la puerta, desde el día que le pedí ayuda a Satoshi con mi traje estuve esperando el resultado, inhalaba y exhalaba con tranquilidad, preparándome para lo que me iba a encontrar. Aparte mis manos de la puerta dándole la espalda, sobre el inodoro estaba una toalla y una bolsa de tela café.

- En ella debe estar el traje -pensé tomándola del cordón-.

Volví a bajarla y encendí el agua, dejando que el sonido de esta calmara mis pensamientos. Me deshice de mi ropa, entrando a la ducha. Por más que lo intentara era inevitable sentir mi cuerpo un poco acelerado, llegue con pocas cosas y tener una nueva pertenencia emocionaba hasta mis huesos. Cerré la llave al dejar de ver la tierra salir, agarré con fuerza la toalla dejando caer la bolsa. No podía dejar de mirarla, una extraña energía envolvía la bolsa haciendo que mi cuerpo comenzara a temblar, me agache a recogerla pero al sentir la dura tela una corriente paso desde mi brazo al resto de mi cuerpo, mi respiración se hizo más rápida y me apresure en sacar el contenido. La tela era suave y ligera, me pareció extraño verme al espejo cubierta en negro. Repasé el traje desde el pantalón a la polera, el vapor se pegaba a mis brazos desnudos recordándome el polerón oscuro olvidado en la bolsa. Más allá de la ligera tela y el extraño gorro que salía desde los hombros, parecía corriente, sin embargo fui incapaz de evitar sonreír.

- A Denki le gustaría este traje -susurre-. Y a Katsuki le gustaría estrenarlo en un entrenamiento.

Había perdido la cuenta de los días que pasaron, había dejado de pensar en ellos hasta la llegada de mi traje. Mis dedos recorrieron la tela oscura provocando que cortos recuerdos de la academia vinieran a mi mente. 

- Mina también estaría tocándolo. Izuku lo inspeccionaría -pensé-. Probablemente encontraría cosas que yo no veo.

Salí del baño soltando un suspiro, una vez fuera de la casa miré a mi alrededor asegurándome de la ausencia de Satoshi y me senté a ver como Mitsuo continuaba con su entrenamiento. Intentaba concentrarme en él, pero el sonido seco de sus golpes contra los árboles y las maderas de entrenamiento con el frio de la noche me traía recuerdos que tanto esfuerzo me llevaba olvidar. 

- Es la primera vez en mucho tiempo que te veo tomando un respiro.

Bajo el acogedor techo de la veranda, suspire mirando el vapor proveniente del té. Hace días no ha dejado de llover, los entrenamientos en el barro eran cada vez más complicados, las rocas del rio más resbalosas y el agua me congelaba los huesos.

- Tenemos que hablar -contesté aún mirando al chico de pelo plateado entrenando en el barro

- No hay nada de que hablar, Nakamura. No va a pasar. 

- Satoshi, me gustaría llevar mi entrenamiento un paso más allá -dije mirando al ojiazul-. Por favor.

- Nakamura, no llegas a comprender lo maldita que es esta técnica. Además, aún estas en entrenamiento, si quieres llevar algo poderoso primero desarrolla tus habilidades -respondió tan fuerte que por un momento creí sentir el suelo temblar, unos segundos de silencio fueron suficientes para volver a la calma y habitual seriedad-. No dejes que ese ojo maldito te consuma.

MírameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora