Capítulo 8

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Disclaimer: BNHA y sus personajes, no me pertenecen.

Summary: Las noches en "Dollhouse" siempre eran movidas; la gente iba y venía y las historias que las damas de compañía escuchaban, no siempre eran felices. Uraraka Ochako trabajaba allí bajo el seudónimo de Angel face y de entre todos los desdichados que pagaban por unas horas c

Quizá, una de las razones por las que Ochako era tan buena mentirosa se debía a su padre que le había enseñado lo de las mentiras piadosas y la facilidad que hallaba en evitar que las personas salieran lastimadas

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Quizá, una de las razones por las que Ochako era tan buena mentirosa se debía a su padre que le había enseñado lo de las mentiras piadosas y la facilidad que hallaba en evitar que las personas salieran lastimadas. O quizá, fue su madre a quien nunca le hizo gracia las verdades a medias que su padre le decía y por momentos, era la razón de las discusiones entre ambos; ver a su madre molesta era razón suficiente para no decir del todo la verdad. O quizá, la verdadera razón del por qué Uraraka Ochako buscaba con ahínco la posibilidad de una tercera opción, de una salida limpia o de un escape de los problemas era su adicción a las excusas, a esas palabras dulces que se decía a sí misma para no enfrentar sus problemas.

Esas excusas fueron, por mucho, su escudo para contra el mundo. Su modo de huír de los momentos duros de la vida que, bien sabía, fueron muchos; desde la muerte de su padre, ella no hizo más que huir.

Pero esa noche de domingo, se halló en una calle sin salida y en cuyo muro, la fortaleza Bakugo se erigía frente a ella como la muralla que le recordaba que toda mentira, que todo recorrido, tenía un fin.

Ochako tragó saliva como se traga un brebaje amargo: con inquietud y ansiedad.

Ajustó la pequeña maceta con dos diminutos cactus asomándose sobre la tierra recién trasplantada al recipiente cerámico que cargaba en sus manos. El frío comenzó a hacer mella en su cuerpo, principalmente en sus piernas recubiertas por una fina media oscura, por debajo de su vestido holgado y su abrigo ligero de tono rosa viejo. Cerró los ojos, volvió a aspirar profundo una vez que su dedo tocó el botón de llamada a la puerta principal del complejo Bakugo.

Una de las porteras la reconoció y la hizo pasar de inmediato; Mahoro no tardó en llegar hasta ella para saludarla como siempre, abrazádola con ánimo e instándola a subir, sin dejar de admirar el detalle que traía entre sus manos.

―Has hecho bien en traerle un cactus porque mi padre no es muy atento con las plantas ―comentó Mahoro una vez estuvieron dentro de la cabina del elevador―. Me sorprende el detalle pero es muy dulce de tu parte.

―El primer día que llegué, no les traje nada ni a tu madre o a tu padre. Ha quedado mal.

―¿De qué mierda hablas? ―Preguntó Mahoro con gracia―. Eres mi invitada, no necesitas traer nada, de verdad.

―De todas formas, tengo muchas plantas en mi departamento. Creí que sería un buen presente.

Mahoro volvió a insistir en que un regalo no debía ser prioridad para ella, pero quedó allí, suspendido en el aire para Ochako cuando las hojas metálicas de la cabina en donde viajaban, se abrieron de par en par para enseñarle la única puerta que restaba en el pasillo frente a ellas. La electricidad de su cuerpo aumentaba a medida que sus latidos palpitaban en su interior, haciéndose sonoros para sí misma.

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