Capítulo 9

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Disclaimer: BNHA y sus personajes, no me pertenecen.
Summary: Las noches en "Dollhouse" siempre eran movidas; la gente iba y venía y las historias que las damas de compañía escuchaban, no siempre eran felices. Uraraka Ochako trabajaba allí bajo el seudónimo de Angel face y de entre todos los desdichados que pagaban por unas horas con ella, nunca esperó hallar al padre de su amiga aguardando por su compañía. 
Aclaratoria: Ésta es una obra propia y todos los derechos son reservados.

La sensación de estar delante de un palco lleno de personas, despojada de todo tipo de prenda que ocultara su desnudez ante la reprobatoria mirada de desconocidos, era un recurrente sueño de cuando era adolescente

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La sensación de estar delante de un palco lleno de personas, despojada de todo tipo de prenda que ocultara su desnudez ante la reprobatoria mirada de desconocidos, era un recurrente sueño de cuando era adolescente. El pánico de hallarse observada con el más rotundo e innegable desprovisto de censura sobre su piel, la hacía llorar y correr hasta volverse una con la oscuridad, anhelando desaparecer de la faz de la tierra, mientras recreaba una y otra vez las voces, las risas y las ofensas sobre la condición de su cuerpo.

El saberse humillada, el observarse a sí misma tan pequeña, tan indefensa y tan expuesta siempre la hacía despertarse a mitad de la noche, con la frente perlada y el llanto ahogado en su garganta, rasgando su interior, rogando por salir en un intento inútil por pedir ayuda. Era un terror recurrente a su corta edad de dieciséis años, pero la pesadilla no siempre acababa al abrir los ojos, no cuando el verdadero terror se hacía sentir al oír la puerta de su habitación abrirse a mitad de la noche.
Sí. El ser humillada frente a otras personas era un constante miedo en su subconsciente. El ser burlada o ultrajada de tantas formas era el modo en el que la desnudez de su sueño se reencarnaba para recordarle a qué temía.

De pie, frente a Bakugo Katsuki, siendo abofeteada por su propia madre a quien no veía desde hace un tiempo, le hizo recordar ese mismo sueño en donde se hallaba desnuda ante una multitudinaria ola de risas y dedos acusadores, señalándola, humillándola.

En sus casi dos años de trabajar como doll, nunca la habían hecho sentir más ajena a sí misma, expropiada de su identidad ni juzgada de una forma inhumana.

Recordar que el hombre había visto una escena tan íntima, mucho más íntima que apreciar su cuerpo en lencería ni sentarse sobre su regazo con poca ropa, la hacía querer desgarrar su garganta con un furibundo grito de desesperación. Pero por sobre todas las cosas, deseaba borrar de la tela translúcida de su mente el momento en el que su madre pronunció el nombre de la familia Bakugo con tanta confianza y tanto odio que la hizo ahogar un grito en los confines de su pecho.

¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué?

Infinitas preguntas golpeando su cabeza, creando torbellinos a partir de ideas y recuerdos, que la hacían detener su paso abruptamente a mitad de su trayecto hacia el interior de su departamento. Levantó su mirada a su madre, la mujer que se hallaba de pie frente a ella, ya ubicada en la pequeña sala compartida con su cocina, mirándola con innegable reprimenda. Por un momento, desconoció su hogar, desconoció la tranquilidad que solía producirle llegar a su pequeña casa que, con mucho esfuerzo, había convertido en lo que era, con sus pequeñas macetas, sus muebles usados y sus tonos cálidos pintando sus muros, sus cuadros, sus lienzos, su arte; ver a su madre de pie en medio de lo que, anteriormente, le sabía a un oasis, le supo irreconocible porque tantas cicatrices volvieron a abrirse, tantos traumas se volvieron realidad al ver el rostro de su madre frente a ella.

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