Día 17: En la ducha

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Shipp: MinosxAiacos

Segundo One-Shot de éste shipp!
*Continuación del día 13*

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Los días pasaron, y la boda finalmente había llegado. Minos estaba a tan solo unas horas de casarse, y por una razón inexplicable, no podía dejar de pensar en lo que vió y escuchó la noche de su despedida de soltero.

Jamás se le había pasado por la mente que Aiacos lo miraba de esa forma. Para él, Aiacos siempre fue alguien muy querido e importante en su vida, prácticamente se criaron como hermanos, y jamás lo había visto de otra forma que no fuera fraternal.

Le estaba costando demasiado trabajo asimilar que Aiacos no solo lo veía como algo más que un hermano o un amigo, sino como una especie de fantasía o deseo sexual.

Durante los dos día anteriores a la boda, hizo de todo para evitar cruzarse con Aiacos, y aún más, por no quedarse a solas con él.

No estaba seguro si era por una incomodidad generada por haberlo escuchado autocomplaciendose, pensando en él y gimiendo su nombre. O por algo más...

No entendía nada. Hasta esa noche, estaba seguro de que amaba a Lune y quería pasar el resto de sus días con él, pero desde que, por accidente atrapó a Aiacos con las manos en la masa, no podía dejar de pensar el su hermanastro.

Fue como si de alguna forma, hubiera visto y oído más de la cuenta, y eso hubiera despertado un deseo oculto que ni él sabía que tenía.

Mentiría si dijera que Aiacos no era atractivo. Ciertamente, el peli-violeta cuidaba bastante su físico, su piel acanelada, y su peculiar color de ojos, que combinaba con su cabello, eran un conjunto que volvería loco a cualquiera.

Pero se rehusaba a admitirlo. No podía sentirse atraído por Aiacos, y mucho menos a tan solo horas de casarse. Pero algo dentro de él le decía que se arrepentiría el resto de su vida si no probaba aunque sea un poco de ese fruto prohibido.

Después de un largo debate mental consigo mismo, decidió que no se quedaría sin probar al menos un bocado de ese pastel. Así que, con todo el sigilo del mundo, y sabiendo que la boda sería a las 12 del día, y Aiacos tenía la costumbre de siempre ducharse al menos tres horas o más, antes de salir a un lugar público, se escabulló hasta la habitación del peli-violeta, escondiéndose debajo de la cama, esperando pacientemente hasta que Aiacos se despertara, para ducharse.

El despertador de Aiacos sonó, marcando las 7 a.m., y se dió cuenta de cuando su hermanastro se puso de pie para dirigirse al baño de la habitación.

Salió de su escondite, y esperó fuera del baño, hasta que escuchó el agua de la ducha correr.

Entonces, con cuidado de no hacer ruido, abrió la puerta, enterando en silencio, y cerrando con seguro la puerta.

Se deshizo de toda su ropa, para después escabullirse hasta la ducha. Una vez ahí, abrió la cortina, e ingresó, abrazándose a la espalda de Aiacos.

El peli-violeta dió un salto del susto, y de inmediato se giró en su dirección, llevándose la sorpresa de su vida.

- ¿M-Minos?- Tartamudeó nervioso.- ¿Q-Qué haces-?

El albino no lo dejó terminar, callandolo con un beso.

- Sé lo que haz estado haciendo, Aiacos.- Dijo Minos.- Sé que te gusto, y que hasta te masturbas pensando en mí.

Aiacos no dijo nada. Tan solo podía recriminarse a sí mismo como había sido tan idiota para que Minos lo descubriera.

Estaba por intentar negar todo, y hacer todo su esfuerzo por zafarse del problema, cuándo Minos lo interrumpió.

- ¿Sabes algo, Aiacos?- Dijo Minos.- Desde la noche en que te atrapé gimiendo mi nombre, no he podido dejar de pensar en tí.

Aiacos no sabía qué responder. ¿Qué estaba tramando Minos?

- Ya que te gusto tanto, estoy dispuesto a dejar que me folles.- Añadió Minos, sorprendiendo a Aiacos.- Estoy demasiado caliente, y quiero hacerlo contigo antes de casarme... Lo tomaré como mi regalo de bodas.

Aiacos se quedó paralizado. Siempre había deseado a Minos, pero ahora que lo tenía enfrente, y dispuesto a cumplir su deseo, no sabía qué responder.

- Minos-

El albino volvió a atacar sus labios, pasando sus brazos por el cuello de Aiacos, comenzando a frotar su cuerpo contra el del contrario.

Aiacos dudó por un momento. Deseaba a Minos más que nada en este mundo, pero su moral no dejaba de recriminarle que estaría siendo parte de una infidelidad.

Al final, no pudo resistirse a los besos, las caricias y las insinuaciones de Minos, y terminó cediendo.

Antes de que lo notara, tenía a Minos recargando su mejilla contra la pared de azulejos del baño, restregando su firme trasero contra su erección.

Llevó dos de sus dedos a la entrada de Minos, comenzando a introducirlos, para después moverlos de atrás hacia adelante, simulando embestidas, hasta que Minos habló.

- Ya ponla dentro.- Gimió el albino, moviendo sus caderas, y mirándolo con súplica.- Por favor...

Al fin tenía a Minos como lo había soñado por años. Su líbido estaba por los cielos, y sin esperar más, se introdujo de una sola estocada entre esos esponjosos glúteos.

Minos casi gritó de dolor, de no ser por morderse la muñeca a tiempo.

- Idiota... Ve más despacio.- Jadeó el peli-blanco.- Y no me dejes marcas, no quiero tener problemas en mi noche de bodas.

Aiacos sintió un nudo en la garganta, pero no dijo nada. Simplemente esperó a que Minos moviera sus caderas, y entonces entendió que podía moverse.

No podía dejarle marcas a Minos, así que fue un tanto difícil ayudarle marcar un ritmo, pero lo logró.

En cuestión de segundos, Minos se había convertido en un montón de gemidos y palabras obscenas, rogando por más.

Aiacos tenía un mar de emociones por dentro, pero por el momento, prefería centrarse en Minos y lo que el albino quería.

Cuándo todo terminó, Minos fue el primero en salir de la ducha, para después vestirse, siendo seguido por Aiacos.

- Y recuerda, ésto jamás pasó.- Le recordó Minos, dirigiéndose a la puerta del baño.- Después de salir de aquí, seremos los hermanastros que siempre hemos sido, nada más

Aiacos sentía un nudo en la garganta, y tenía una pregunta qué hacer, pero no atrevía, hasta que decidió que era hora.

- Minos.- Llamó al albino, captando su atención.- ¿Qué fue ésto para tí?

- Una fantasía que cumplí antes de casarme.- Respondió con naturalidad el contrario.- No te confundas, Aiacos. Yo amo a mi prometido, y lo haré mi esposo. Ésto fue solo un revolcón, yo no te amo, solo quería probar el sexo contigo, y es todo.

Después de decir eso, Minos salió del baño, dejando atrás a Aiacos, con el corazón hecho polvo.

30 Días OTP. Saint Seiya: Edición Shipp's RarosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora