23. El rey

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"Porque los mitos mienten..."


Hades.

Ella.

La primera vez que la vi... se encontraba sola, a orillas del río Cocito.

La guerra había terminado, los titanes fueron vencidos y juntos a sus aliados, encerrados en las mazmorras más profundas del Tártaro. Por fin, había paz.

O eso es lo que cuentan los historiadores cuando se habla de aquellos tiempos, historias a los que actualmente se consideran mitos y leyendas. Meramente fantasías para entretener a oyentes que se maravillan con dichos cuentos infantiles.

Pero la realidad era otra, y cuánto más cerca parecían estar de la verdad... más equivocados estaban.

Mientras que en la tierra y los cielos, se festejaba con júbilo y fiestas la gran victoria de los dioses; en el Inframundo, mi nuevo reino, se me abrían las puertas con temor y sumisión.

Un nuevo rey había llegado, un dios gobernaría los infiernos.

Mientras avanzaba por las escarbadas cumbres, podía observar los murmullos y cabezas bajas de los que integraban mi nuevo hogar. Espíritus, fantasmas, almas que vagaban con cierta libertada desmedida, monstruos confinados al exilio y las deidades que conformaban el Inframundo, me recibían haciendo ligeras reverencias.

Podía ver a las Moiras que me repasaban quisquillosas con su único ojo, aceptándome. Fue la diosa Hécate quien me dio la bienvenida oficial.

—Bienvenido sea el rey.

Recuerdo que asentí, pero en el fondo no me encontraba del todo sereno. Era un mundo nuevo para mí. Pero sería mi mundo.

Escuché los virotes y exclamaciones del resto, que repetían alto mi nombre, junto a mi nuevo título de gobernante en el Inframundo. Parecían ansiosos y, hasta cierto punto, emocionados por la curiosidad de lo que llegaría a representar para ellos.

Fue la misma diosa la que se ofreció a guiarme por su morada para encaminarme al trono. No me negué, no estaba en posición. La diosa Hécate sonrió al ver mi seriedad y se atrevió a decir:

—Aún eres un niño.

Aquello me dejó desconcertado y no pude crear palabra alguna para objetarle. Con Caronte, tras de mí, avanzamos. Él fue el primero en recibirme y tras rendirme sus honores, me juró lealtad y eterna pleitesía. Tenía una apariencia sombría, pero pude presentir que sería un sirviente leal. No me equivoqué.

Mientras avanzaba del lado de la diosa, observaba el tétrico lugar en que me encontraba: oscuro, tenebroso, austero. El Inframundo era el lugar menos querido de la tierra, pero terminaba siendo el final de todos. Las cumbres borrascosas, pendientes afiladas, el fuego verde que se extendía centelleando, abriéndose un camino a cada paso que avanzaba su rey.

El control y poder total que poseía el reino de los espíritus era la máxima atracción que podía ofrecerme. Después de eso, solo me quedaba resignación al saber que ese lugar sería mi principio y final, según las predicciones y jugarretas del destino. O en este caso, un pequeño engaño del ahora rey de los cielos y tierra.

Todo era tan sorbido, colores sobrios y agobiantes, con olor a muerte.

No me gustaba.

Odié la oscuridad.

Repulsé el papel que me tocaría.

Después de todo, a partir de ese momento, sería el enemigo. El enemigo de los vivos.

HADES | Dioses latentes #1 (PAUSADA POR CORRECIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora