18. Lo que pasó bajo la lluvia

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"Aún debía vivir... tenía muchas sonrisas que me esperaban, al igual que risas y dolor".

No estoy bien.

Siento las náuseas en mi garganta, pero mi estómago se ha negado rotundamente a arrojar algo. Observo mi reflejo en el espejo, apoyando mis brazos en el mesón de los tocadores femeninos.

No me gusta lo que veo ahí. Tengo los ojos desorbitados, llorosos, la boca seca y el cabello revuelto en un desorden desprolijo. Un caos total.

Dejo caer el agua, mojando mis manos y con ellas refresco mi cara, tratando con eso, despejar mi tan caótica y demencial mente. Pero lo único que consigo con ello, es mojar mi flequillo que se pega a mi frente en segundos, dejándome peor la apariencia. Ahora sí parezco de todo, menos cuerda.

Trato de canalizar mi respiración, inhalando y expulsando aire para así tratar de evitar un próximo mareo u otra arcada, producto de mi desequilibrio, luego de exponerme a una pasada verdad... que creía sepultada.

Aún recuerdo la sensación... abrumadora, asfixiante, y pesada; aquella que me impuso Hades en aquel callejón.

No logro entender cómo cambió todo tan de repente. En un momento estaba lidiando con la mujer culebra, y en otra... me encontraba acorralada entre Hades y la pared. Todavía tengo grabada su mirada, la desesperación con la que me enfrentó y se desahogó. Estaba furioso.

Había logrado lo que tanto temía: Enfurecer a un dios.

Y eso solo ayudó a que mi terror por él, diera un ascenso inimaginable. Pero también, así como subió, bajó. Fue casi en picada, luego de verlo tan... expuesto. El dios que tanto miedo daba, el que era el nombre prohibido para muchos, se volvió vulnerable por casi escasos segundos.

Lo pude ver claramente en sus ojos. Brillaban deseosos de algo que para mí era inexplicable. Seguía siendo ese hombre de expresiones y coraza impenetrable, pero podría jurar que anhelaba que no le temiera. Como si deseara una respuesta sincera, justificable... y nueva.

Y, por eso, terminé endeble... justo como él quería.

Expuse mis sentimientos ante aquella imponencia; era tan fuerte, que su cercanía llegó a atontarme y a dejarme sin palabras.

No podía hablar, pero cuando me hizo la pregunta... esas preguntas... logró que las palabras saltaran de mi boca. Aún con terror, para mi sorpresa, pude defender mis convicciones.

Y a juzgar por su mirada, me atrevo a decir que mis respuestas lo descolocaron. Por un momento lo vi vacilar, conmovido e impactado, o quizás, solo fueron suposiciones mías que surgieron en medio de todo ese delirio que me provocó el dios.

Mi cuerpo no deja de temblar, al igual que mi labio inferior que no dejo de morder nerviosa, demostrando una vez más, lo alterada que me encuentro.

Por más que lo piense de mil formas, la verdad y mi reciente descubrimiento no dejan de golpear mi mente, luego de encajar los recuerdos que guardaba de ese día lluvioso.

Era él.

—Eras tú... —vuelvo a repetirme por décima vez— Eras... tú... —y aún así, sigo sin poder procesarlo por completo.

Estaba haciendo un gran esfuerzo por mantenerme calmada y no demostrar mis nervios frente a él, aunque igual logró notarlo sin mucho esfuerzo. Pero, al menos, haciéndome la valiente lograba mirarle de frente a los ojos, y me sentía orgullosa de ese pequeño logro... Creí que podría olvidarme por un segundo que el que se encontraba en mi delante era una divinidad, compuesto de oscuridad y muerte.

HADES | Dioses latentes #1 (PAUSADA POR CORRECIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora