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Después de pasar toda la tarde en el lago regresamos a la cabaña y preparamos la cena entre todos, es como una pequeña tradición familiar, ya en la noche emprendimos nuestro viaje en dirección a la mansión. A diferencia del primero este fue mucho más tranquilo, mis hermanos y mamá se quedaron dormidos nada más entrar al auto, Lisa estaba recostada en mis piernas con los ojos cerrados y una hermosa sonrisa en su rostro, yo acariciaba su cabello y sus mejillas sintiendo su suave piel bajo mis dedos.

Llegamos antes de lo previsto y papá los despertó a todos, bajamos y vimos el auto entrar al garaje, los demás entraron y mi mejor amiga me abrazó por la cintura descansando su mentón en mi hombro como tanto le gustaba hacer.

–Vamos a dormir-musitó besando mi cuello, un escalofrío recorrió mi espina dorsal haciendo que mi piel se erizara y ella rió–así que esta es tu zona sencible-volvió a besar el lugar ganándose un suspiro de mi parte.

–M-mejor entremos ya-titubeé, el contacto de sus labios con mi piel me estaba haciendo perder los sentidos, rió otra vez y tomó mi mano caminando al interior de la casa.

Nos despedimos de mis padres que estaban en la cocina y subimos a mi habitación, Lisa cerró la puerta con seguro y se me quedó viendo, mi respiración se sentía pesada y estaba nerviosa, ella se acercó a paso lento, me rodeó la cintura con sus brazos, separé mis labios esperando a que entraran en contacto con los suyos y para obtener un poco más de oxígeno en mis pulmones.
Me aventó a la cama y se sentó a horcajadas sobre mi, sujetó mis manos con una de las suyas y yo deseaba que ya terminara con su juego, la deseo demaciado y no sé cuanto más puedo aguantar sin tocarla. Acercó su rostro al mío y cerré mis ojos como reflejo, pero sus labios nunca me tocaron, en cambio recibí cosquillas incesantes en mi cintura, estallé en risas, cuando se detuvo y se acostó a mi lado un sonrojo intenso se apoderó de mi «no sé que me da más vergüenza, hacerme una idea equivocada de lo que iba a pasar o que de verdad quiero que eso pase».

–V-voy a dar-me un baño-tartamudeé y me levanté a la velocidad de la luz.

–¿Quieres que te acompañe?-preguntó con toda su inocencia saliendo a flote «si tan solo supiera los pensamientos inpuros que acababa de tener con algo tan sencillo de su parte».

–¡No! digo, mejor no-entré corriendo al baño y cerré la puerta, me quedé recargada en ella unos minutos para recomponerme.

Encendí la ducha y me paré frente al espejo esperando a que la temperatura del agua fuera la adecuada «realmente necesito bajarme la calentura, pero no me quiero enfermar». Al mirar mi reflejo me asusté un poco, un rastro de sangre bajaba de mi nariz, intenté limpiarlo pero seguía saliendo, suspiré apoyándome en el lavabo «después de todo los medicamentos no pueden hacer mucho, solo son para que la enfermedad se me haga más llevadera».

Tomé una ducha corta y cuando salí Lisa ya estaba dormida abrazando mi almohada, cambié de lugar con el gran cojín y me apretó contra ella enterrando su rostro en mi cuello, nos tapé como pude y pasé mi mano por su espalda «¿por qué justo ahora la leucemia tenía que regresar?¿por qué justo ese día?¿por qué no después de que te dijera lo que siento? Si te lo digo ahora tal vez aceptes, pero nunca estaré segura de que eso es lo que sientes, tal vez solo lo haces por cariño o lastima y no por amarme como lo hago yo contigo ¿por qué la vida es tan cruel?¿qué pudo haber sido tan malo como para que Dios me castigue de esta manera? aún no puedo entender cual fue ese pecado tan grave como para que una niña de 6 años mereciera algo así».

Al día siguiente nos levantamos temprano para ir a la escuela la cual fue bastante pesada, tuvimos más de tres exámenes en la primera hora y yo ya me quería pegar un tiro, por suerte terminamos a la hora del almuerzo y nos dieron salida.
Nos cambiamos de ropa y fuimos a la cabina de seguridad del condominio, preguntamos por el guardia de esa época y nos dijeron que ya no trabajaba ahí, nos dieron una dirección no muy exacta y que preguntáramos por el Sr. Yang, pero que no aseguraba que aún viviera en ese lugar o que estuviera vivo, dimos las gracias y fuimos a tomar un taxi.

–Pero esto está al otro lado de la ciudad, nunca nos hemos alejado tanto de la casa-me quejé con algo de miedo «no era de los peores lugares, pero tampoco era bueno, no soy de juzgar a las personas por donde viven o cantidad de dinero que tengan, pero tampoco soy tonta y se que hay muchos delincuentes».

–No importa, al menos encontramos algo, este es el hombre que nos puede confirmar nuestras sospechas o decirnos de alguien que haya entrado aunque no sea parte del condominio-aclaró y nos subimos al taxi, le entregué la dirección y él nos miro con duda–Solo condusca-ordenó cuando el señor iba a cuestionarnos.

Después de aproximadamente 1 hora y media llegamos a nuestro destino, pagamos el viaje y el vehículo se alejó en un santiamén, miré a nuestro alrededor y no era nada parecido a lo que estábamos acostumbradas, eran departamentos, algunos a penas estaban pintados, otros tenían grafitis en las paredes, y la ropa ni se diga, no encajamos para nada en este lugar, somos como un pez en la tierra o volando.

Recorrimos varias casas preguntando por él y no sabían darnos indicaciones o de plano nos cerraban la puerta en la cara, después de caminar varios kilómetros por fin alguien supo decirnos algo, aunque me sorprende que no nos hayamos dado cuenta antes, es la única casa diferente, es vieja como las demás pero está mucho mejor cuidada, incluso tiene jardín.

–¿Sr. Yang?-le pregunté al hombre sentado en una mecedora, volteó a vernos y frunció el ceño.

–¿Quienes son?-inquirió poniéndose de pie.

–Roseanne Park y Lalisa Manoban ¿podríamos hacerle unas preguntas?-aclaró mi acompañante y nuestro contrario palideció, tal parecía que había visto un fantasma, miró el lugar donde estaba mi medalla y volvió su vista a mis ojos.

–No puede ser, esto no puede ser verdad.

Una última esperanza (Chaelisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora