Expediente: 11

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⚠️ agresión física.

Felipe abrió los ojos con un ligero sobresalto. No supo ubicarse durante los primeros segundos de su despertar, pero poco a poco fue capaz de descubrir que estaba en su salón, con la cabeza apoyada sobre el brazo del sofá. Se incorporó lentamente y se llevó una mano al cuello, entumecido por la mala postura que había tenido durante tantas horas. Masajeó la zona con un siseo de molestia y luego se frotó la cara para despejarse por completo. Fue entonces cuando se dio cuenta de que aún llevaba puesta la ropa con la que pensaba cenar con Diana aquella noche. Parpadeó y frunció el ceño, desviando la mirada hacia el arco que separaba la sala de estar del comedor.

Se puso en pie y se dirigió hacia allí. En la mesa aún estaba la cena a medio poner, intacta y fría; las velas estaban en sus soportes y con el mechero al lado, esperando a ser encendidas y la botella de vino blanco yacía inundada en un gran lago de hielo derretido en la cubitera de acero inoxidable. Se dirigió ahora a la cocina y allí se encontró con el plato principal, sobre la encimera, esperando a que alguien lo metiese en el horno. Dejó ir un largo suspiro. Haber pasado toda una noche durmiendo en el sofá le había dejado algo trastocado y la mala sensación con la que cerró los ojos aún no le había abandonado. Recordaba como, cuando ya pasaban veinte minutos desde que Diana debería haber estado allí, le mandó un mensaje para saber por dónde iba y que lo único que recibió fue un "Lo siento por no haber avisado, pero he tenido una mala tarde y necesito despejarme, he quedado con algunas amigas. No me esperes despierto."

Felipe se quedó molesto por el plantón repentino, pero aún así no se lo hizo saber, tan solo le deseó que se lo pasara bien y que tuviese cuidado. Por supuesto, aunque no le mostró su molestia en aquel momento, tenía intención de hablar con ella y que le diese alguna explicación sobre qué había sido aquello que le había arruinado tantísimo la tarde como para cambiar los planes de forma tan drástica y sin avisarle. Volvió a la sala de estar y cogió el móvil de la mesilla auxiliar, releyó esos últimos mensajes y desplegó el teclado.

Hola, cielo.
¿Estás despierta?
¿Quieres que hablemos?

Se quedó unos minutos mirando la pantalla del chat, pendiente de si cambiaba su última conexión y la veía en línea, pero no ocurrió tal cosa. Lo que sí le llamó la atención fue que sus tres mensajes tan solo tenían un tick gris. Esperó otros cuantos minutos pero seguían sin ser recibidos. Movió las cejas en un gesto de circunstancia y soltó el móvil en la mesilla de nuevo. Abandonándolo allí, fue hasta el piso superior y entró en el baño, dispuesto a darse una ducha. Se desvistió, entró en ella y dejó que el agua templada cayese sobre su piel. Mientras se pasaba las manos por el pelo, su cabeza viajó hasta Diana. "Estará aún dormida. Si salió de fiesta, es normal que no atienda al teléfono o que lo tenga apagado". Sin embargo, era incapaz de deshacerse de aquella sensación de preocupación por su actitud. Diana no solía romperle los planes o, si por algún motivo lo hacía, siempre le avisaba con toda la antelación que podía. Además, era la primera vez que la chica tenía un mal día y no acudía a él para desahogarse.

- ¿Será que está enfadada conmigo? -preguntó a la nada.

No recibió más que silencio y el repiqueteo del agua al chocar contra la placa de ducha que imitaba unos suaves cantos rodados. Cuando salió, se cubrió con su albornoz y bajó hasta la cocina para servirse un buen desayuno, pues su estómago era un agujero negro por culpa de lo haber cenado. Felipe miraba a cada lado cada dos por tres. Como la noche anterior le había dado descanso al personal para poder pasar una velada tranquila con la que sería su futura mujer, en la mansión reinaba una quietud a la que no estaba acostumbrado, así que los pasillos se le hacían más largos y anchos de lo que en realidad eran. A pesar de que le gustaba tener cierta independencia, la presencia a su alrededor de un servicio desde que tenía uso de razón, le habían hecho no estar acostumbrado a trastear en la cocina para prepararse con soltura algo decente. Ya lo pudo comprobar la noche anterior, cuando formó una enorme trapatiesta para preparar la cena, pero terminó logrando salir airoso aunque al final nadie lo degustase.

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