Expediente: 40

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Agoney estaba sentado en una cómoda silla de mimbre en la terraza de una famosa hamburguesería a unas cuantas calles del hospital. Después de que Raoul y él hablasen con la dirección del centro y les expusieran el caso, habían logrado un pase permanente para poder permanecer en la planta a cualquier hora del día, a pesar de que el horario de visitas hubiera finalizado y, tras una pequeña discusión con el canario, había insistido en quedarse él el primero haciendo guardia.

Sin embargo, una vez que Agoney pisó su casa, no se sentía tranquilo al quedarse allí descansando tan lejos del hospital, por lo que dejó las maletas de ambos —las cuáles habían arrastrado desde el aeropuerto— en su casa y volvió tras sus pasos. Como sabía que Raoul, cabezota, no le dejaría hacer guardia al mismo tiempo, se quedó por los alrededores. Tras dar dos vueltas y aburrirse, decidió abrir el chat de WhatsApp con Ricky e invitarle a cenar allí.

- Bueno, bueno, mira quién me habla dos veces en el mismo mes —dijo el mallorquín mientras se acercaba a la mesa en la que estaba Agoney. Sin embargo, en cuanto vio como el canario se ponía en pie para recibirle, frenó sus pasos y le señaló con un dedo— como se te ocurra cuadrarte y hacerme un saludo formal tendremos serios problemas.

Agoney se quedó mirándole y, conforme iba dibujando una sonrisa ladeada, subía la mano hasta su sien con lentitud. Cuando estuvo satisfecho con la expresión de Ricky, soltó una carcajada y abrió los brazos de par en par.

- Que no, que era broma. 

El mallorquín recibió su abrazo mientras le acompañaba en la risa.

- Me alegro de verte, Ago.

- Y yo a ti.

Rompieron el abrazo sin demasiada prisa y tomaron asiento. Pusieron la carta en mitad de la mesa, aunque ninguno de los dos comenzó a leerla.

- Me alegra que me hayas llamado, la verdad.

- ¿Por qué?

- Porque de lo contrario no vendría ¿Por qué va a ser, imbécil? Te echaba de menos ya.

- Aw.

- Sí ¿Qué pasa? Yo no me avergüenzo de mis sentimientos –se indignó.

- Es que me apetecía hablar, tengo que ponerte al día de un par de cosas.

- Uy ¿De qué?

- Se lo he contado.

Ricky le miró con el ceño fruncido mientras le hacía un gesto al camarero para llamar su atención.

- ¿El qué y a quién?

- Todo, ya sabes. A Raoul.

El tiempo que el camarero tardó en tomar nota de lo que iban a beber, lo dejaron pasar como tiempo reglamentario para procesar aquello. Entonces, una vez que se había ido, Ricky le miró.

- ¿Lo dices en serio?

- Sí.

- ¿Todo, todo?

- Todo. Como llegamos allí, como se inició todo, cuál era mi labor, como la cagué...

- Ago... —pero Agoney le frenó levantando una mano y negando— bueno, lo que quieras.

- Como la cagué —insistió— como intentaste sacarme de allí, como salí y toda la pesadilla que vino después.

Ricky se mordió el labio, asintiendo y asimilando esa información.

- Joder, ¡pero eso es una muy buena noticia!

- Me costó mucho hacerlo.

- Normal, pero lo hiciste ¿Y qué tal?

- Se lo tomó bien. Le impactó, pero se lo tomó bien.

Élite SecretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora