Expediente: 32

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- Hey! ihr! –gritó el policía a través de la ventanilla.

Raoul se separó de golpe de Agoney, sin atreverse a mirarle y se giró hacia el hombre.

- ¿Cómo? No le entiendo.

- Aquí no podéis estar —chapurreó en un mal inglés— id a otro lado, por favor.

- ¡Oh! Claro, claro, disculpe –fingió.

El policía, sin decirles nada más y echándoles una mala mirada, subió la ventanilla y continuó con su ronda de patrullaje. Ambos permanecieron en silencio hasta que las luces del coche desaparecieron por otra calle, volviendo a sumirlos en la penumbra. Entonces, Raoul sí se atrevió a dar media vuelta y mirar a Agoney.

- Perdón, me puse nervioso.

El canario le apartó la mirada en cuanto hicieron contacto visual y comenzó a caminar sin decirle absolutamente nada. Raoul se quedó algo rezagado, mirándolo y sin ser capaz de adivinar la profundidad exacta hasta la que había metido la pata. Le siguió por la acera en dirección al coche y ya ni siquiera el pequeño jardín que habían estado observando antes le parecía atractivo a la luz de la luna. Solo podía mirar a Agoney andando en silencio un par de metros por delante suyo.

- Agoney, escucha –insistió.

El canario frenó sus pasos y se giró.

- Como se te pase por la cabeza volver a hacer algo así...

- No me culpes, no sabía que hacer.

- ¡No me jodas! ¡Eres lo bastante listo para improvisar algo mejor!

- ¿Que improvise algo mejor? ¡Oye, fuiste tú el que me prometió que en cuanto corriéramos el riesgo de ser pillados nos iríamos cagando leches! ¿Tú has salido corriendo? Porque no te he visto ¡No puedo dejar que me pillen haciendo algo ilegal, Agoney!

- ¡Pues haber salido corriendo tú!

Raoul, ofendido, dejó salir una risotada irónica.

- ¡Eres un puto desagradecido! ¡Decido intentar salvarnos el culo a los dos, y ¿Tu respuesta es esa? "¿Haber salido corriendo tú?" —puso los brazos en jarras— No sé que concepto tienes de trabajo en equipo, pero desde luego no se acerca ni de coña al que tengo yo.

- Ojo —bajó Agoney el tono, casi amenazante— cuidado con lo que dices.

- Eh, disculpen... –habló una tercera voz.

Ambos chicos se quedaron callados, buscando de donde había salido esa voz. Se encontraron con una chica joven, de no más de veinticinco años, parada en mitad de la calle a unos metros de ellos, abrazada a sí misma. Parecía algo tímida o simplemente es que estaba cortada por la discusión.

- ¿Sí?

- Hola, eh... Perrdonad que interrumpa pero quería hablar con vosotros —explicó en un más que aceptable español, para sorpresa de ambos— no he podido evitar oír vuestrra discusión y a lo mejor deberían saber algo.

- Claro, cuéntenos –la animó Raoul.

- Verrá, mi abuela me ha contado que es quién llamó a la policía. Os oyó hablar de un allanamiento a esa casa de ahí —señaló la vivienda y, al ver la cara de los dos, rió— ella vivió muchos años en España, su padrre era de allí. Yo comencé hablando el idioma por ella. Es la culpable de que yo estudiara el idioma. Soy oficialmente prrofesora de español desde hace tres años –sonrió orgullosa.

- Siempre tiene que haber un español entrometido en todos lados... -murmuró Raoul para sí.

- ¿Por qué buscan a Angelika?

Élite SecretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora