Expediente: 33

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Esa mañana, el tiempo estaba a su favor y había decidido sacar a relucir su sol más potente. La gente, en respuesta, abarrotaba las calles llenándolas de buen ambiente y sonido. Raoul y Agoney habían salido a pasear sin rumbo fijo, tan solo dejándose guiar por donde sus pies quisieran llevarles. No habían hablado demasiado desde que salieron del hotel, tan solo un par de intercambios banales para rebajar cualquier posible tensión o mala sensación que hubiera quedado, sin embargo, Raoul estaba esperando a notar esa tranquilidad para retomar la conversación y quitarse algunas dudas de encima, siempre que Agoney quisiera responderlas.

Cuando quisieron darse cuenta, estaban frente a la entrada del maravilloso Kunsthofpassage, un pasaje de arte que se encontraba en el barrio de Neustadt, considerado como el más divertido y bohemio de Dresden. Aquel rincón conducía a cinco patios escondidos con una serie de galerías, cafeterías y tiendas donde los artistas habían dado rienda suelta a su creatividad y a los que habían nombrado como el de las Criaturas Míticas, el de los Elementos, de los Animales, de las luces y de la Metamorfosis. En ellos, había todo tipo de expresión artística callejera, haciendo que surgiera magia a base de metales, papeles, luces y grandes esculturas en el ambiente más animado de la ciudad. De pronto, parecía que habían cambiado de lugar y que se habían transportado a algún pequeño pueblo alejado del estrés de la ciudad, con calles empedradas, frondosos árboles y el sonido del agua de alguna fuente en cualquier esquina.

- Parece mentira que esto esté escondido aquí —dijo Raoul maravillado, mirando a su alrededor— ¿Tú lo conocías?

- Casi ni conocía la ciudad antes de este caso, imagínate este sitio.

- Pues ¿Sabes que aquí en Dresden también hay una lechería que está considerada como la más bonita del mundo? Es la... —se quedó callado y sacó el móvil para hacer una búsqueda rápida— Pfunds Molkerei.

- ¿Has tenido que buscarlo? –rió Agoney.

- Disculpe, señor, pero mí no se me da bien el alemán.

- Lo dices como si a mí sí.

- Tú lo pronuncias bien.

- No, no lo hago, pero como tú tampoco sabes piensas que sí, esa es mi ventaja. Si supiera hablar alemán ya lo habría hecho.

- Eso es verdad.

- ¿Y por qué quieres ir a una lechería?

- Porque es bonita, famosa y porque hay degustaciones de queso artesanal para los visitantes.

- ¡Ah, amigo! Ahora entiendo tu interés.

- ¿Tienes algún problema? –se encaró Raoul, bromeando.

Agoney levantó ambas manos.

- Ninguno, ninguno.

- Eso es.

El canario rió ante la exagerada y fingida indignación de Raoul. Durante los siguientes minutos, aprovechando que se habían vuelto a quedar en silencio, le observó con disimulo pararse en cada puestecillo que las tiendas tenían en las puertas para mostrar su artesanía y productos. Se dedicó a buscar alguna señal de alerta, sin embargo, al no verlo, decidió asegurarse directamente.

- ¿Estás bien?

- ¿Yo? ¿Por qué?

- Por todo lo que te he contado antes.

Raoul le miró sorprendido, con ambas cejas enarcadas mientras soltaba en su sitio una pequeña figura de madera tallada a mano de un animal desconocido, seguramente inspirado en una de las criaturas míticas del primer patio.

- ¿Me lo preguntas tú a mí?

- Sí.

- Yo estoy bien. No te voy a negar que me has dejado un poco en shock porque ha sido una historia dura, pero algo así me imaginaba ¿Y tú? ¿Cómo te sientes ahora que lo sé?

Élite SecretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora