Expediente: 9

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Raoul estaba parado frente a un edificio de pisos. Llevaba como diez minutos mirándolo sin parar, observando los balcones y las ventanas. Sabía que podría parecer un mirón o un ladrón planeando algún ataque, pero lo cierto es que estaba en plena batalla de decisión entre seguir andando y entrar o darse la vuelta y renunciar a aquella idea absurda. Agoney ya no estaba en la Élite y, muy probablemente, no volvería a cruzárselo nunca más ¿Por qué se seguía molestando en hacer aquello? No lo sabía, pero la necesidad se había creado en su interior desde hacía días y la única forma de apaciguarla era alimentándola con los conocimientos que su curiosidad le pedía.


Miró de nuevo el papel que le había entregado Esther y confirmó por vigésima vez que estaba en la dirección correcta. Tomó aire, lo soltó y caminó hasta el bloque de viviendas. Se quedó mirando el panel con todos los telefonillos y sus correspondientes puertas. Llamó a uno al azar para preguntar por la puerta que le interesa y no fue hasta el cuarto intento que logró que le diesen esa información. Entonces, alargó el dedo hasta rozarlo contra el botón de ese piso en concreto y dudó unos instantes antes de pulsarlo y hacer que sonase un "¡ring!"

- ¿Sí? –respondió una voz masculina al otro lado.

- Hola, eh... ¿Es usted Ricardo Merino?

- ¿Quién pregunta?

- Mi nombre es Raoul Vázquez, soy agente del CNI y quisiera hacerle algunas preguntas –hablo en voz baja, incómodo de dar aquella información en mitad de la calle.

- Muestre su identificación a la cámara, si es tan amable.

Raoul se quedó mirando el panel que tenía frente a él y vio un pequeño objetivo encima de todo el conjunto de botones. Sacó su carnet y la mostró a la cámara.

- Un poco más cerca, quiero ver el número bien.

Raoul obedeció y acercó el carnet de identificación, mostrando mejor su número de agente.

- Oiga...

- Ahora la placa –le interrumpió.

- ¿Disculpe?

- Quiero ver su placa también.

- Ya le he enseñado mi identificación.

- Y yo que me alegro, pero ahora quiero ver su placa.

Raoul resopló, guardó el carnet y sacó la insignia policial, acercándola a la cámara al igual que la identificación.

- Bien... —dijo cuando se dio por satisfecho— ¿Qué investiga?

- Nada, es algo informal. No pretendo robarle mucho tiempo.

Hubo un breve período de silencio en el que Raoul creyó que el otro interlocutor le acababa de dejar plantado allí, sin embargo, la puerta del portal emitió un zumbido y se desbloqueó. Raoul miró a la cámara una vez más y empujó la puerta antes de que se cerrase de nuevo.

Subió los escalones de dos en dos, haciendo que las luces de cada planta se encendiesen conforme le iban detectando, hasta que llegó a la cuarta planta. Esperaba encontrar al hombre parado en su puerta, esperándole. Sin embargo, ninguna de ellas estaba abierta. Se dirigió a la puerta C y llamó al timbre. Oyó el deslizar de una cadena de metal al otro lado y, luego, la puerta se abrió un poco. Detrás de esta, apareció un hombre de mediana edad con el pelo corto y castaño, piel clara, barba discreta y unos ojos azules que le miraban con curiosidad y desconfianza.

- Hola. Merino ¿No es cierto? –se aseguró Raoul.

- Sí.

- ¿Podría... pasar?

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