Expediente: 7

488 78 78
                                    

- ¿Me vas a explicar ya a qué ha venido eso? –resonó su voz, de pronto, en el vehículo.

Agoney, sentado de nuevo en el asiento del copiloto, giró la cabeza para mirar a Raoul con duda. Ambos habían permanecido en silencio desde que abandonaron la mansión de los marqueses. Un silencio tan tenso, que a Raoul ni siquiera le apeteció conectar la radio para disminuir la incomodidad que le invadía al estar tanto tiempo callado con alguien más en el coche. Pero, pasados casi cuarenta minutos de trayecto, el rubio no fue capaz de aguantar más el mutismo y la tensión irrespirable que había en el interior del vehículo.

- A que ha venido ¿Qué? –se extrañó el canario, sin deshacer el ceño fruncido que había llevado desde que se montó en el coche.

- Lo que le has dicho de los libros ¿Qué ha sido esa pregunta?

- Ah, eso.

- Sí, eso —repitió— ¿Es que ahora te interesa su biblioteca?

- No tenía los libros de leyes alemanas que vi la otra vez.

- ¿Y es que acaso piensas que eso significa algo?

- ¿Que se deshaga de una colección de libros, en los cuales me fijé, y que los sustituya por literatura barata? —enarcó una ceja— venga ya, Vázquez. Ese hombre es sibarita hasta para respirar ¿Y ahora tiene El Código Da Vinci en su biblioteca personal? Lo siento, pero no me lo creo. Dudo que sepa hasta quién lo escribió, y eso que Dan Brown está en letras grandes. Parecía que hubiese puesto el primer puñado de libros que haya encontrado por ahí tirados para cubrir el hueco y dejar su estantería tan limpia como ha intentado dejar su imagen. Con poco éxito, he de decir. Y, si encima me ha asegurado que él no se deshace de los libros, mi sospecha aumenta ¿Qué ha hecho con esos libros? ¿Por qué los ha quitado ahora? ¿Por qué esos en concreto?

Raoul asintió en silencio y se centró en la carretera durante varios minutos. Intentó dejar la conversación ahí y que la hipótesis que planteaba Agoney cuajara en su cabeza, pero las dudas fueron más fuertes y no se lo permitieron. Así que, pasado un rato, chasqueó la lengua y negó.

- ¿Y si nos estamos equivocando, Agoney?

- ¿Qué quieres decir? –preguntó, confuso, clavando sus ojos en él.

- ¿Y si Fernando realmente no tiene nada que ver con nada de lo que estamos pensando y resulta que lo de Alemania no es más que una mala coincidencia? No digo que no haya cometido algún acto ilícito, seguro que sí, pero ¿Y si no está relacionado con esto?

- Demasiados esfuerzos está haciendo en mantener la pulcritud de su imagen para ser inocente ¿No crees?

- Yo no creo nada, Agoney. No quiero creer nada. De eso se trata. No estamos manteniendo abiertas todas las vertientes de investigación y eso es un error. Podemos estar dejando pasar cualquier detalle minúsculo pero importante solo por querer centrarnos en él y una simple hipótesis no basta para señalarle cómo estás pretendiendo hacer.

- Vale ¿Qué camino propones entonces? Porque no estáis avanzando una mierda en este caso.

- No lo sé. Es que no sé qué estamos buscando exactamente ¿A la banda criminal? ¿Un móvil? ¿O simplemente estamos intentando encontrar la conexión entre Fernando y la supuesta banda porque es lo único que hemos visto que teníamos de donde tirar? Además, ni siquiera estamos haciendo lo que nos han pedido, que es proteger la boda. Ni encontrar a la banda ni investigar nada. Solo que aseguremos que Diana y Felipe entran y salen sanos y salvos de esa catedral.

- Quieren que dejemos esto estar e ignoremos que tenemos a un posible criminal en nuestras putas narices para jugar a ser los niños de los anillos ¿Como podéis aceptar semejante locura?

Élite SecretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora