Oportunidad

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—¡Oh sí!, ¡así...! ¡¡sigue!! —pidió Bárbara en medio de gemidos. Sus manos apretaban la almohada, toda ella presa de un placer estimulante.

—Amor, no pienso parar —respondió Macarena, sin perder la concentración en cada uno de sus movimientos.

—Tus manos, por Dios, las amo...

—Te mereces todo, mi amor —una jadeante rubia le decía mientras la consentía, desviviéndose para hacerlo perfecto. Como siempre en todo lo que se trataba con su novia.

Única persona que le había despertado ese instinto voluntario y perfeccionista de entregarse y esmerarse para dar lo mejor a su pareja dentro y fuera de la cama.

Su felicidad era la suya.

—Ya casi... casi... —explicaba la ojiazul haciendo presión en la zona que sabía ameritaba más de sus movimientos. Bárbara gemía con alivio.

—Listo... —anunció en su última caricia. Al despejar cualquier duda bajo la piel de la morena.

—Oh sí... sí... —expresó Bárbara pausadamente, el tono de su voz era un poema para la rubia.

Macarena sonrió satisfecha. Se bajó lentamente del cuerpo de la morena y se acostó a su lado. Esperó a que su novia pudiese estar en sí.

—Estabas muy tensa mi amor, me costó un mundo ese nudo en tu espalda.

—Tus masajes son la gloria... —expresó Bárbara al sacar su cabeza debajo de la almohada y colocarse de perfil para ver a su novia y agradecerle—. Gracias, amor. Ya me siento mucho mejor. —Le dio un beso, aprovechando su cercanía.

—Menos mal que mi suegro saldrá mañana, tienes la espalda destruida.

Bárbara suspiró pesadamente y volvió su espalda a la cama, mirando ella hacia el techo.

—¿Pasa algo? —preguntó Macarena.

—Sí y no...

—Amor desde que fui a la clínica por ti has estado muy tensa, ya me encargué de tu espalda, pero sé que pasa algo más... —aclaró—. No quisiste ni cenar.

La morena no le había querido dar detalles de los acontecimientos de ese día con su padre, pero era algo que les incumbía a ambas, así que no encontró razón para no decirle. Inhaló profundo y exhaló para poder verla de nuevo, la ojiazul estaba de lado con su cabeza apoyada en su mano elevada por la flexión de su codo.

 Inhaló profundo y exhaló para poder verla de nuevo, la ojiazul estaba de lado con su cabeza apoyada en su mano elevada por la flexión de su codo

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Perfect Time (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora