Suposiciones

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Bárbara se había quedado dormida en la cama de la rubia, abrazando su almohada. Quizás las emociones, el cansancio o el dolor la extenuaron al extremo. Cayó rendida, agotada y triste.

Tal vez su mente la engaño a través de un sueño porque lentamente fue sintiendo como una persona se acostaba su lado, la abrigó un calor que era completamente detectado por ella como familiar, haciéndola sentir a gusto en medio de su descansar.

Decidió seguir en su sueño, ese en el que Macarena estaba a su lado y no en un posible viaje hacia un lugar que ella temía. Seguía durmiendo, se acomodaba mejor a esa sensación.

Después no fue solamente el calor familiar, sino los brazos que sentía rodeando su cintura. En conjunto con el suave y manso respirar de esa persona detrás de ella.

Y suspiro, suspiro, profundamente. No era solo un sueño.

Era ella.

—Macarena, ¿eres tú? —preguntó semidormida.

La rubia sonrió cerca de su oído, luego sintió como aspiraba de su propia esencia y la erizaba en el acto. Su aliento tan cerca de su piel siempre tenía ese efecto.

—Mi amor, no lo puedo creer, ¡estás aquí! —reafirmó para ella mientras estaba hablando con los ojos cerrados y buscaba las manos de la rubia para sentirla aun más.

—Aquí estoy bebé —le acarició el cuello con su nariz—, siempre a tu lado.

—Gracias por estar aquí —le dijo a Macarena cuando entendió totalmente que no era un sueño.

Bárbara la abrazó fuertemente no quería separarse de ella, nunca más.

Macarena intuyó que algo estaba mal. Más de lo que ella pensaba ya.

—Sabía que te ibas a poner mal por esa visita inesperada —le dijo con pesar—. Perdóname, por favor, lo menos que quería era que por mi culpa terminara tan mal tu noche de estreno... —se disculpó pensando que la situación o el estado de Bárbara era por un malestar general por ella misma, aparte del causado ese día más temprano; salir corriendo de su lado no le ayudaba.

—Yo necesito hablar contigo —la interrumpió Bárbara—, estaba desesperada al no encontrarte aquí, juré que estabas rumbo a Tulum —dijo con pesadez.

—¡Es que no bebé! ¿Cómo se te ocurre? —exclamó—. Sé que hice mal al salir corriendo, pero me sentí abrumada... —confesó aferrada a ella, como pidiendo desesperadamente que la entendiera—. No fue mi intención, luego caí en cuenta y te juro que quería golpearme contra la pared.

—¿Por qué te fuiste sin avisar? Te estuve llamando.

—Lo hice mal todo, lo reconozco, lo estuve pensando, de hecho, necesito que me perdones. Salir corriendo fue una actitud inmadura y soez, trabajaré para que no se vuelva a repetir —prometió implícitamente en su tono de voz decidido y sentido.

Perfect Time (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora