Compañero

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Para Ciel esta aprobación era el inicio de un nuevo camino por recorrer, sus labios esbozaron una sonrisa en la que se percibía la jactancia que era tan natural en su personalidad pero que lo hacían verse encantador a su peculiar manera. A pesar de las cirscuntancias parecía no dejar su soberbia a un lado, en un suspiro recordó su plan, al ser un extraño en ese mundo no podría darse el lujo de mostrarse gruñón y antipático.

Al parecer solo Sebastian lo soportaba o eso quería creer porque en ocasiones este también le hacía muecas de disgusto por sus actitudes  insoportables, entonces rememoró la sonrisa forzada de su demonio, esa sonrisa que probablemente no volvería a ver. Sus profundos pensamientos fueron interrumpidos al escuchar un chasquido de dedos cerca de su oído. La oscura habitación se iluminó un poco, miraba como un hombre delante suyo caminaba.

—Sebastian... —Susurró al verlo, la silueta de ese extraño hombre era similar a la de su mayordomo aunque este vestía una ropa bastante extravagante.

—No sé quien sea ese Sebastian pero yo no lo soy. Soy Dire Crowley, director de esta prestigiosa escuela. —Se volteó a verlo— ¿Y tú quien eres?

—Soy... Ciel Phantomhive... —Se presentó nervioso y avergonzado en un murmullo, definitivamente no era su preciado mayordomo al verlo mejor, su apariencia era diferente aunque percibía una vibra misteriosa como la de Sebastian.

—Bueno Ciel, como has llegado en  buen momento voy a mostrarte mi amabilidad y te haré una oferta especial para admitirte en la escuela. Ven, vamos a mi escritorio para hablar del asunto.

Este misterioso hombre enmascarado le comentaba mientras retomó su camino hacía su escritorio a unos pasos. Ciel lo seguía no tenía claro el asunto de esa "oferta especial", si se trataba de dinero se podía ir despidiendo de esta oportunidad porque no traía ni una moneda en los bolsillos. Vio como este se sentaba sin borrar de sus labios esa ambigua sonrisa.

—Siéntate por favor. —Le sugirió amable, el joven aceptó sentándose frente a él, un excentrico escritorio se interponía entre ellos— Veo que estás preocupado ¿Dónde quedó la sonrisa jactanciosa de antes?

—Yo no...

—Vi tu reflejo en el espejo pero no te preocupes es una reacción normal cuando uno se entera que tiene algo que no me imaginó tener— Le aclaró en tono despreocupado— Creo que no tienes a dónde ir ¿Verdad? Eres solo un muchacho que apareció de la nada en mi patio.

—No tengo a dónde ir y tampoco sé donde estoy, aún así permíta que me quede. —En tono sumiso parecía rogar, no le gustaba hacerlo pero no tenía más opción. No veía otra por ahora posibilidad, quién sabe que le deparaba de estar solo vagando en un mundo extraño.

—¿Harías lo que sea necesario para quedarte?

Ciel dudó por unos segundos ante su interrogante no sabía que responder, en un suspiro resignado solo asintió con la cabeza, no podía ser peor que morir de hambre y frío afuera.

—Si es peor... —Era el murmullo molesto de Ciel cuando agua jabonosa salpicaba a su rostro minutos después.

—Oye lava bien esos platos y procura no romper otro. —Le advertía un pintoresco y parlanchín ser que revoloteaba a su alrededor— Es como si nunca hubieras lavado un plato en tu vida.

—Nunca había lavado un plato.

—¿En serio? ¿Eres un niño mimado o algo así? ¿Tu mamá hacía todo por ti? —Se le burlaba.

—Mi madre murió hace mucho... Y dudo que ella hubiera lavado un plato.

—Oh ya veo, eres un niño nacido en cuna de oro. ¿Y qué haces lavando platos para pagar tu estadía aquí?

Ciel In Twisted Wonderland Donde viven las historias. Descúbrelo ahora