Capítulo 5

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En la casa de modas se acostumbraba a trabajar los sábados hasta el medio día. A los trabajadores se les pagaba el día completo, por lo que era beneficioso para ellos.

- Buenos días, Martina. - saludó Victoria al entrar.

- Hola Victoria, te ves muy bonita. - avisó con una sonrisa sincera.

- Eres muy amable. - sonrió con alegría.

- Algo me dice que pasaste una buena noche. - insinuó.

- Ay, Martina, no imagines cosas. ¿El señor está? - preguntó cambiando el tema.

No quería admitir que, verdaderamente sí pasó una buena noche, y menos recordar gracias a quien.

- Sí, ya mismo te comunico.

- Gracias.

Segundos después cerraba la puerta de la oficina presidencial.

- ¿Estás ocupado? - cuestionó desde la puerta.

- Realmente no, ¿necesitas algo? - no evitó escanearla de arriba abajo, y su entrepierna se emocionó con el simple acto.

- Sí, necesito... - hizo una pausa para humectarse los labios con su propia lengua, consciente.

- Siéntate. - ordenó, agitado.

Ella así lo hizo.

Si con sólo verla sus hormonas se alborotaban, ahora viéndola hacer esos sensuales gestos obtenían de él los pensamientos más calientes de su vida.

- Como te decía, necesito hablar contigo. Estoy terminando los últimos detalles del boceto principal y fui a la sala de confección para asegurarme de tener la tela que voy a utilizar, pero esta se acabó.

- ¿Le preguntaste a Pipino si no había más de repuesto?

- Lo hice, y me confirmó que se acabó.

- ¿Y por qué no lo dijo antes? - gruñó. - ¡No podemos quedarnos sin material de trabajo!

- No te exaltes, seguro que no se percató a tiempo. Hemos estado trabajando mucho y...

- ¡Esa no es excusa!, precisamente porque tenemos mucho trabajo por hacer es que no podemos perder de vista detalles de gran importancia.

- Dionisio, no creo que sea para tanto.

- Yo sí lo creo, y punto.

- ¿Y qué hay del distribuidor?

- Los pedidos se hacen anticipados, es casi imposible que él se encargue de traer la tela en este momento.

- Algo podemos hacer...

- Ve a tu casa y empaca una pequeña maleta. Salimos esta noche a comprar esa maldita tela. Nos vemos en el aeropuerto a las cinco. Ah y pregúntale a Pipino si hace falta algo más para variar. - ordenó con seriedad.

Victoria no se opuso, lo mejor era hacer lo que él pedía.

No llegó a su casa, al salir de la empresa fue directamente a la comisaría.

- Hola, Ernesto, necesito hablar con Osvaldo.

- Pasa hermosa. - dijo en un tono de voz realmente fuera de lugar.

Después de recibir la autorización de Osvaldo al otro lado de la puerta, ella entró y saludó.

- Victoria, qué sorpresa ¿pasa algo? - la recibió sorprendido pero feliz de verla.

Pasión Infiltrada... Donde viven las historias. Descúbrelo ahora