Capítulo 18

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Ante tal confesión él se sentía al borde de sus emociones, ella era su lugar de calma y tormento, lo era todo. Cuanto se sentía ese momento, cuan maravilloso era estar así. Dionisio lo confirmó, el tenerla tan cerca, diciéndole que lo amaba le hacía pensar que lo merecía, que el destino decidió que era su tiempo, tiempo para ellos. Aceptó que la vida no era tan mala cuando podía amar y ser amado.

-No sabes cuánto yo te amo. - dijo besando su frente, dejando ahí sus labios.

-Lo sé, porque yo te necesito y estás aquí. - cerró los ojos, aspirando la fragancia seductora que de él emanaba.

-Ven. - sostenía su mano, llevándola fuera de la habitación.

-¿A dónde iremos? - sonreía, dejándose llevar.

Dionisio sonrió de vuelta, sin responder. Siempre era un misterio con él, pensó Victoria.

Estaban en el jardín, uno grande y espectacular. Todo tipo de flores lo decoraban, colorido y fresco.

-Es precioso. - veía a su alrededor, tomada de la mano de él.

El viento era fresco, la poca luz de la noche era suficiente para poder ver, y mientras ella observaba el lugar, él la observaba a ella. En su rostro se reflejaba la luz del cielo, sus ojos brillaban y su sonrisa parecía tener más encanto en ese momento, cómo era posible se preguntaba el hombre, cómo era posible que pudiera ser tan hermosa que casi parecía irreal.

-Mi madre solía permanecer horas aquí, y cada dos semanas mi padre le regalaba semillas de alguna flor para que así pudiera plantar una nueva. - explicó orgulloso de recordar el amor que sus padres se profesaron.

-Crecimos rodeados de amor. Mi papá hacía feliz a madre, y él siempre me decía que no me conformara con menos, porque yo merecía más. - volteó a verlo. -Tenía razón, porque contigo tengo todo, contigo ya gané.

Victoria imaginó lo feliz que sería su padre al verla siendo amada por Dionisio, quizá se había tardado en confesarlo abiertamente pero ella también lo amaba, amaba escucharlo hablar, disfrutaba de su risa, de su mirada profunda, su hermosura varonil le volvía una admiradora fiel. Lo vio sonreír ante sus palabras y se preguntó si era posible perderse en una sonrisa, porque si lo era, ella se perdería gustosa en la de él.

-Ahora que estás frente a mí, entiendo a lo que mi padre se refería cuanto me hablaba del amor.

Se besaron bajo las estrellas, bajo las promesas que sus corazones hicieron esa noche, y disfrutaron de la suavidad de sus labios.

-Quiero que veas algo más. - dijo Dionisio guíadola.

Se detuvieron frente a un espacio de tierra que al parecer contenía una nueva siembra.

-Aquí planté nardos.

-¿De verdad lo hiciste? - se emocionó.

-Sí. Decidí que era más barato que comprar uno cada día. - bromeó.

Ella reía.

-Octubre es genial para plantar nardos, si todo va bien en noviembre florecerán. - declaró con alegría. - ¡Gracias, mi amor! - se lanzó a abrazarlo, él la recibió dichoso.

-¿Estás feliz?

-Mucho.

-¿Crees que florecerán rápido?

-Yo me encargaré de su cuidado, y en navidad podremos adornar la mesa, la casa olerá delicioso, ¿te parece bien? - comentó con ilusión.

Pasión Infiltrada... Donde viven las historias. Descúbrelo ahora