2: A la defensiva

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Me he encontrado con que el baño de mujeres está en reparación por un rato por lo que tuve que entrar en el de hombres como única opción y, obviando el hecho de que no deseo que nadie me vea, adentrarme en una pequeña y húmeda ducha. 

Cuando por fin puedo despojarme de mi arrugado uniforme siento que me quito además una tensión increíble. Sin embargo no consigo volver del todo a la normalidad. Ni Jeffrey ni Janeth lo han notado, pero sí la ansiedad aún persiste.

Los minutos pasan. Logro tranquilizarme y vestirme de pies a cabeza. Dentro de esta camiseta grande que me tapa los muslos y un pantalón corto de deporte perteneciente a algún desconocido, me veo tan relajada como cualquiera de mis domingos a las tres de la tarde.

El reflejo que me da el espejo no es el mejor en este instante. Aprieto los párpados, respiro hondo y trato de traer a memoria los consejos buenos que alguna vez me dieron cuando me sentía confundida. Cuando todo lo que hacía era ver desconsuelo a mi alrededor pese a pequeñas cosas buenas que estaban ocurriéndome.

Nunca de mamá. Algunas pocas de papá. La mayoría de Lena y alguna que otra amiga de la adolescencia. 

—Es increíble que lo hayas logrado, idiota... —la voz de un chico se hace cada vez más audible. No tengo tiempo de razonar nada ya que entra en los vestuarios dándose empujones con alguien más.

Instantáneamente se chocan con mis ojos oscuros, se detienen. Intuyo que uno de ellos pretende formular una pregunta mientras no me quita la mirada de encima. Me genera la necesidad inmediata de huir.  

Me debo ver ridícula. Otra vez.

—¿Bethany? —curiosea de repente alzando sus comisuras.

Oh, Dios

—¿Bethany...? —lo interroga el otro a su derecha. —¿Tu Bethany?

—No puedo creer esto.

—Hola, Des.

Su abrazo repentino me deja un poco conmocionada, pero aún así me limito a rodearlo con mis brazos al igual que él. La última vez que lo vi fue hace dos años.

Hago un rápido escáner en cuanto me deja en libertad y no puedo evitar suprimir un poco ese rencor que ha dejado el porqué de su ausencia.

Lleva su cabello rubio como siempre hacia atrás y la expresión dulce y a la vez provocativa de su mirada celeste permanece intacta. Su estilizado y delgado cuerpo se ha convertido en pura masa muscular y una fina hilera de vello casi imperceptible se extiende sobre su mandíbula.

Temo haberme quedado congelada mientras lo escrutaba con mis ojos. 

—¿Qué tal está Molly? 

—¿Cómo está mi hermana? —contiene una sonrisa y se desvía de mis ojos. —No nos vemos hace años y ¿lo primero que me preguntas es eso?

—Era mi amiga.

—Y yo tu novio. ¿No merezco un "cómo has estado"?

¿Mereces?, pienso dejándome llevar por la ironía.

Dirijo la mirada a mis pies. Quizá note que no es un buen momento para eso. 

—Molly se decidió a estudiar fuera de la ciudad. 

—Ya veo.

—¿Y tú qué haces aquí?

Me obligo a quitar mi mirada de cualquier punto de su rostro o cuerpo. 

—Voy a trabajar en el gimnasio.

Volvemos a hacer contacto visual, sin embargo no se tarda mucho tiempo en quedarse ya que extiende su visión por todo mi cuerpo hasta mis pies. Advierto que su amigo se pierde entre las duchas y la cercanía de Desmond empieza a inquietarme.

I KNEW YOU WERE TROUBLE | En CursoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora