16: El estimulo de mi cambio

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No podría lamentar más el haberme negado a traer mis Nikes en un bolso. Si lo hubiese pensado más de dos veces, en este momento los zapatos no me estarían aniquilando de forma monstruosa. Tampoco me harían lucir como si pisara dos clavos, así que si, quisiera sacarme esto cuanto antes.

Los invitados ya han empezado a retirarse de a grupos reducidos y otros no tan pequeños. Alzando un poco la vista desde la entrada y tomándome todo el tiempo del mundo, cuento fácilmente unas cincuenta personas que aún siguen bebiendo y haciendo movimientos extraños que indudablemente deben lucir diferente en sus mentes. De seguro los llamarían "pasos de baile" si es que estuviesen sobrios, cosa que no.

Entre el tumulto: Keegan y Lily. Hicieron su primer contacto visual cuando llegamos y desde entonces han encontrado e inventado cada excusa que se les venía a sus cabecitas para bailar juntos o conversar; para hacerse reír mutuamente y acabar coqueteando el uno al otro. En resumen, con el correr de las horas, nos han dejado bastante claro que su relación está un poco lejos de lo que solemos llamar amistad.

Por otro lado, Thomas, Greg y Hannah conversan cerca de la barra. El azulito bebió de más. Con esto presente no nos hará las cosas muy fáciles teniendo en cuenta que seguiremos la fiesta en lo de su amigo de veintisiete. Aún así, se lo ve contento por lo que nos basta a todos para no preocuparnos. La chica de cabello corto habla por celular y mi amigo mira de un lado a otro con curiosidad. Ya no lleva corbata ni su postura formal que estuvo manipulando durante la noche, de modo que termina constatando que ya todo signo de elegancia fue arrasado por una fiesta exhaustiva aunque divertida.

Con respecto a los Kershaw... Desmond se encuentra inmovilizado, cruzado de brazos y con sus labios sellados mientras conversa con dos tipos aparentemente importantes de traje, su padre y Alexander. Olivia se mantiene con una mirada severa a su derecha y Alec a la izquierda de él acaparando toda la atención con su relato.

—Muy bien, Beth. Sigue acechando a todo el mundo. Sé una rara —murmuro, entre tanto mi celular me anuncia que la batería está baja—. Genial, ¿Alguna otra cosa?

Una puntada más de dolor en mis talones y Janeth me avista a la distancia con la expresividad amorosa —pero cansina— y se apresura a caminar de inmediato en mi dirección. Aprovecho a tomar la última bocanada de aire antes de volver a ingresar al salón y sonreírle de manera que no sepa que mis pies no dan más.

—Beth —es lo primero que escucho cuando la tengo frente a mi—. No hemos podido charlar en toda la fiesta.

Su mirada decae y entonces la enfrento con una actitud calidad y relajada, empezando por las facciones de mi rostro.

—Tendremos tiempo de hablar después. ¿Cómo ha salido todo? 

—¡Fue una maravilla! —me sonríe eufórica—. ¿Quieres volver con nosotros a casa? Nos acompañaran algunos amigos de Jeff. Y claro que puedes quedarte si quieres.

—Estoy esperando a los chicos para irnos —le cuento—. Keegan nos invitó a quedarnos en su casa de la costa.

Su sonrisa se ensancha y se me acerca con perspicacia. De sus ojos brota la curiosidad a más no poder. 

—Disfruta, ¿Si?

Tomo su consejo con duda. No sé qué me lleva a considerar por unos prolongados segundos lo que acaba de soltar, sin embargo no puedo evitar que me cambie el semblante a uno más rígido. Luce como una madre que le dice a su hija que tiene toda la libertad del mundo, pero que al mismo tiempo desea que tome recaudos y no se olvide que debe tener límites.

Es extraño.

—Si, yo... —estoy a punto de terminar mi oración cuando la vista me traiciona y se imanta con la de Alexander. Se planta a su lado con una mueca graciosa, cosa que me produce ganas de sonreír. Está limpio, ya no le queda alcohol en el sistema o lo sabe disimular a la perfección. Se aproxima aún más a Janeth y sin quitarme la vista de encima, le rodea el cuello con su brazo.

I KNEW YOU WERE TROUBLE | En CursoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora