7: Todo indica problemas y más problemas

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Todo lo encantador y divertido que había sido Alexander durante el rato que estuvimos juntos se ve opacado por su odiosa imprudencia. Terminó dándome la razón. No estuve mal al pensar que era imposible que lo estemos pasando bien. 

¿Reírnos cómplices por decir las mismas cosas sobre una canción? ¿Hacer contacto visual sin que tenga el entrecejo fruncido? ¿Recibir más de una sonrisa amplia y contagiosa de su parte? Parece que todo eso fue producto de mi imaginación.

Volvemos otra vez a discutir. Nuestros temperamentos no pueden resistirse a poner sobre la mesa nuestras diferencias y disparar continuamente todo nuestro malestar. Que esto, que aquello... nada le cae bien. Y ahora esto: le he dado las llaves de mi departamento para que me las guarde y las ha perdido, ¿Cómo? No sé.

—¿Qué caso tiene hacer tanto escándalo? ¿Puedes calmarte de una vez?

—¿Que me calme? —vocifero entre tanto considero matarlo o respirar hondo—. ¿Sabes cuánto me saldrá cambiar la cerradura? Peor aún, son las doce de la noche, nadie vendrá a cambiar ninguna maldita cosa a esta hora.

Me llevo las manos al rostro con cansancio. ¿Qué otra opción tengo? 

—Okey, pero en serio necesito que te calmes. No me ayuda que te alteres —me dice y no puedo evitar sentirme confundida. Se decide a proseguir: —yo pagaré los gastos de la cerradura.

Su tono de voz es relajado, pero sus facciones están extrañamente muy tensas para la situación. Lo examino detenidamente. Parece como si estuviese reteniendo una parte suya que de seguro no voy a querer conocer nunca. 

Apaga el estéreo y desabrocha su cinturón antes de ponerse de lado para mirarme. Siento como sus profundas pupilas verde esmeralda me escocen desde la poca distancia que nos separa.

—El problema más grave es dónde voy a dormir esta noche. —menciono sin siquiera poder darle un golpe de vista.

—¿No tienes ningún familiar?

Su tono de voz me desconcierta. Creí que jamás lo notaría tan inseguro al preguntarme algo.

Una proyección de la charla que tuve ayer con Lena, viene a mi mente: "Los padres de Trevor celebran sus cuarenta años de casados en el pueblo de su infancia. ¿Estarás bien sin mi?" Nunca tuve tantas ganas de ir a su casa como ahora.

—Mi tía no está en la ciudad.

—¿Amigos?

Jasmine está en el departamento de su ahora prometido, y mis adorables vecinos en una fiesta. Noche de jueves, ¿Bebiendo y escuchando música a todo volumen con cientos de personas? ¿Mi vida está siendo tan aburrida como creo o qué está sucediendo? 

Presiento que no hay ninguna solución que no lo incluya a él.

—No, olvídalo.

—Podrías decirle a Thomas... pero mejor no.

—¿Por qué no?

—Porque vi como te miraba hace un rato. —me responde tajante mientras se abrocha el cinturón.

La curiosidad que me invade es tan grande que no la puedo comparar.

—¿Y qué con eso?

—Sé la cantidad de cosas que se le cruzaron por la cabeza —carraspea su garganta con fuerza—. De nada.

De mi garganta brota un sonido irónico ¿El alcohol se me subió a la cabeza y estoy escuchando mal o qué?

—¿Ahora quieres protegerme?

—No tengo la habilidad de proteger a nadie. Tómalo como una advertencia.

Enciende el auto a la par que medito la situación. Despierta en mi la curiosa impresión de que es muy observador y de que se guarda más cosas de las que uno se puede imaginar. 

I KNEW YOU WERE TROUBLE | En CursoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora