3: Primer cruce, cero delicadeza

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Jamás me ha molestado que haya desorden habiendo visitas, pero por alguna razón esta vez no puedo evitar reprocharme el no haber acomodado un poco antes de salir.

—Te creía más ordenada —murmura él con un cierto tono irónico empeorando la situación.

—No tuve tiempo —balbuceo en mi defensa mientras levanto un sostén que seguramente se me cayó anoche cuando trataba de ordenar a oscuras. Me sonrojo sin mucho esfuerzo mientras clamo al cielo que no me mire.

—¿No tienes donde guardar tu ropa interior o te gusta desvestirte en cualquier lado?

Lo ensarto con mis ojos. Creo que le dedico la mirada más mordaz que puedo manifestar. 

—Eso estuvo muy fuera de lugar —le aseguro con disgusto. 

—Eres muy exagerada.

No hay ni un solo gramo de delicadeza en sus oraciones. ¿Cómo es posible que no le ponga ni un filtro a sus palabras?

 —Ya no quiero aguantar tu carácter arrogante ni tus comentarios irónicos, así que hagamos esto rápido antes de que...

—Imposible que esto se haga rápido si tengo que esperar a que te cambies, comas y te tomes todo el tiempo de analizarme —rechista, interrumpiendo mi voz.

—Se nota a simple vista. No hace falta analizar. —espeto con escepticismo —te devuelvo tu ropa y te vas.

—Eso estaba claro. No esperabas que te lleve de vuelta, ¿o sí? —me pregunta con desinterés. 

Me lo quedo viendo con rabia. Me siento al borde de explotar en palabras mientras él se toma el atrevimiento de cruzarse de brazos y sonreírme con soberbia. 

Triunfo en no vociferar miles de insultos y me giro hacia el pasillo. Siento la risa de Alec a mi costado casi al instante.

—¿Y la valentía de recién? —indaga cuando entramos a la habitación. 

Me está incitando a seguirle el juego. Sin lugar a dudas.

—No tiene sentido hablar contigo —murmuro con molestia.

—Porque pierdes, claro está.

—Porque no pienso seguir peleando con alguien como tu.

Dejo de buscar en mi armario para prácticamente fulminarlo con la mirada. Como si pudiese expulsar fuego por mis ojos y hacerlo arder en llamas.

—¿Alguien como yo?

Lentamente tomo conciencia de lo que estamos haciendo. Está disfrutando todo esto y eso no hace más que confundirme. No puedo creer que esté discutiendo con esta persona a la que apenas acabo de conocer en mi propia casa.

—Esto no es un maldito juego —replico. —y no, no esperaba que me lleves de vuelta. Tampoco quisiera estar otra vez en la misma habitación contigo, después de esto.

—Al fin coincidimos en algo —me aclara. Su ceño está muy pronunciado ¿Tan rápido cambia de humor? —¡Ni siquiera sé qué carajo hago aquí!

—¡Eso mismo me pregunto yo!

Espero una especie de contestación de su parte y él lo sabe. A pesar de esto parece no querer disparar ninguna respuesta acorde al problema.

Me decido a quedarme con la última palabra y deslizarme por su lado en contra de lo que él quiere: interponerse entre la salida y yo con firmeza.

—Admiro toda esa seguridad que finges, en serio —curva una de sus cejas y apoya el brazo en el marco de la puerta. 

—Deja de especular cosas sobre mi.

I KNEW YOU WERE TROUBLE | En CursoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora