17: Códigos. Ni esto, ni aquello

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"...deja de mirarme así. Sé que aún tienes sentimientos por mi y no voy a dejar que desaparezcan".

—Ya hemos aterrizado, bella durmiente.

Me encuentro con una mirada verde y somnolienta ni bien abro los ojos. La pesadumbre por lo que acabo de soñar se combina con el esbozo de sonrisa que me dedica Alec y su comentario, por lo que ahora mismo debo lucir demasiado confundida con la situación. Ni siquiera sé dónde estoy, hasta que hecho un vistazo por la ventanilla.

Entretanto me acomodo en el asiento, escucho música proveniente de la casa blanca frente a nosotros y algunos gritos eufóricos desde el interior. Le doy una ojeada a los asientos traseros y si... Keegan y Lily no están.

—¿Hace cuánto estamos aquí?

—¿Hablas de nosotros dos? —me pregunta, obteniendo un asentimiento de mi parte—. Quince minutos.

—¿Por qué no me despertaste antes?

—Necesitaba estar en silencio por un rato más —justifica.

—Podría haberte dejado a solas.

Me mira por un instante. Nuevamente me trae esta sensación de no saber cómo interpretar su mirada y eso me irrita sobremanera.

—No me molestó que te quedaras aquí.

Desvio mis ojos hacia el parque que bordea la casa de dos pisos y, tomando la manija de la puerta, me decido a salir por fin del auto. Siento que su cercanía ya empieza a molestar de varias formas a mi personalidad y a cambiar mis actitudes —para mi desgracia— más rápido de lo que me gustaría.

—Vamos, no quiero que sigan sacando más conclusiones de esto —comento.

Mis pies tocan el frío césped, trayendo un gran placer en el momento perfecto. Hasta hace dos segundos atrás los sentía entumecidos y, hasta podría decirse, hinchados. Sin embargo, el alivio majestuoso que brota de mi ser me hace sonreír con naturalidad y cerrar mis ojos. Mi rostro debe lucir como si estuviese en pleno acto sexual.

—¿Qué te sucede? —me pregunta entre extrañado y divertido.

—Los zapatos me estuvieron torturando toda la noche —le digo—. Así que déjame disfrutar como yo quiera de este increíble momento.

Ríe ligeramente. Y cielos... Podría  ruborizar a cualquier chica con semejante sonido magnífico.

—¿Y tu vestido?

—¿Qué con mi vestido? —lo interrogo, fijando mi mirada intrigante en su expresión curiosa.

—¿No te ha incomodado?

Su pregunta me extraña tanto que por instinto me bajo la tela azúl de un tirón. Instantáneamente, me cuestiono a qué viene su indagatoria sobre mi vestimenta. ¿Lo que me genera dudas? Su mirada sugerente y el tono de voz particular que ha utilizado.

—Es cómodo y me ha dejado bailar con completa libertad, ¿No crees?

Ver como se le desvanece la sonrisa y oír el carraspeo de su garganta como si lo que viene fuese motivo de un silencio incómodo y un cambio de tono, me hace tomarme todo más en serio. No entiendo qué le sucede.

—Si, tienes razón —confiesa—. Aún así... creo que es absurdamente corto para que lo lleve puesto alguien como tú.

Sus palabras me toman desprevenida. Por alguna razón que agradezco, mis pies empiezan a conducirme hacia la entrada de la casa de forma involuntaria. Alec no se detiene a pensar dos veces si seguirme o no, por lo que lo tengo pisandome los talones.

I KNEW YOU WERE TROUBLE | En CursoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora