11: Azúl que encandila

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Alec

Llevo más de una hora sentado en el sofá esperando a que el par que tengo en frente de mi se digne a terminar de arreglarse. Tardan más que las mujeres. Increíble. 

No tengo problema en ir a ninguna fiesta, pero sinceramente estos dos ya han consumido un poco mis ganas con tantas vueltas que dan. 

—Creo que Molly dejó algo de maquillaje. Si quieren les traigo. —comento serio aunque en parte me divierte.

Greg me lanza un almohadón de decoración de Janeth entretanto empiezo a desear que ella esté aquí para darle alguno de esos sermones que tanto la caracterizan. Esos que son divertidos y te gozas de ver cuando no van dedicados para uno mismo. Esos de los que nunca se salva ningún Kershaw que viva dentro de estas cuatro paredes. Keegan apenas cruza una mirada conmigo, pero es el que me responde:

—La fiesta ni siquiera ha empezado.

—No empieces a estresarnos porque tardaremos más —interfiere Greg.

—Solo para molestarme —inquiero.

—Solo para molestarte —me asegura también, sin ningún tipo de culpa. 

En el momento más oportuno, Jeffrey y Janeth bajan con una elegancia que no se les ve todos los días, pero que les calza a la perfección. No puedo evitar ponerme de pie en cuanto veo a Jeff con una sonrisa de oreja a oreja y una mirada brillante que me da indícios de que ha llorado aunque sea un poco.

El padre y la madre que nunca tuve me están mirando con emoción desde una escasa distancia. Me siento vulnerable. Hay un orgullo que proviene de mi ser. Orgullo por él y por su mujer —la mujer que más amo en este mundo—, por todo lo que han logrado desde lo más bajo.

Son los únicos que me mantienen con los pies en la tierra. Los que saben qué oscuridades alberga Alexander Kershaw y los que deciden cargar en sus hombros cada uno de mis problemas, pese a que insista en querer dejarlos a un lado a ambos.

Mi independencia y todo lo que soy ruge desaforadamente desde adentro, pidiéndome que tome el control de mi mismo por completo y no sea uno más en esta casa. Sin embargo, sigo reconsiderandolo todo. Una y otra vez. Siempre desconfiando de mi estabilidad.

Me digo todos los días que teniendo veinticinco años ya no debería estar aquí, pero justo cuando quiero dar el paso fuera de mi encierro, como un torrente me intimidan todos mis temores e inseguridades. Entonces me hago consciente de su apoyo, del soporte que son, dificultandome a cruzar hacia mi libertad.

Se me cae una lágrima incontenible cuando Jeff posa su mano en mi hombro. Es como si algo dentro de mi se hubiese movilizado tanto con tan solo ver sus ojos cristalinos. Incluso no sé porqué soy el primero en acceder al abrazo de los dos. Me confunde mi acción, pero es más la necesidad de la contención que del querer parecer fuerte como siempre.

Sé que Janeth no quiere comenzar su llanto. «Arruinaras mi maquillaje» me dice entre sollozos, entre risas. Yo le sonrío con diversión y le doy una vuelta. Está preciosa.

—Creí que habías perdido toda sensibilidad, amigo. —comenta Greg haciendo como si estuviese limpiando sus lágrimas.

—¿Quieres una paliza o qué?

Me mira aburrido.

—Y aquí lo tienen de nuevo. —continua, terminando de acomodar su corbata. Los hace reír un poco antes de que Janeth llame mi atención.

—Mirate... —inicia— Estás tan atractivo con ese traje. Dime que invitaras a alguna chica a bailar.

—¿Por qué tan empeñada en que esté con alguien? —le pregunto con mis ojos entrecerrados.

I KNEW YOU WERE TROUBLE | En CursoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora