9: «Sin contacto, Alexander»

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Treinta y cuatro horas antes de la fiesta.

Viernes, 7:00 am.

Janeth me está contando lo ajetreado que va a ser su día mientras unta su tostada con crema de avellanas. Su blanquecino rostro le resplandece. La sonrisa que exhibe me contradice al pensar que ha dormido mal o que se ha pasado la noche en vela como yo. 

Esto me lleva a agradecer para mis adentros el haber dejado en el bolsillo de mi chaqueta mi máscara de pestañas y mi corrector de ojeras. Fueron mi gran salvavidas para antes de bajar a desayunar.

—Entonces, ¿Qué dices? ¿Vienes conmigo?

El ruido que hace su taza al chocar la mesa me saca de un trance. Por Dios, no he prestado atención a ni una de sus palabras anteriores ¿Cuál es la cara que tengo que poner para que no se de cuenta?

—Eh... Yo diría que... 

Ella me observa por un segundo que me parece una hora. Me levanta un poco el mentón y entrecierra sus ojos intrigados. Como si quisiera ver más profundamente dentro de los míos.

—No has tenido una buena noche, ¿Verdad?

Niego con la cabeza. Termino con el último sorbo de café de mi taza y me decido a contarle.

—Hubo un mal entendido con los chicos.  

—Jeff me puso al tanto —me asegura bajando el timbre de su voz—. Son imposibles esos dos, lo sé.

Sin previo aviso se me dibuja una sonrisa en los labios. No sé a qué viene ni porqué, pero de alguna forma su acotación me hace sonreír. 

Cuando ayer en la noche solo me indicó cual era la habitación de Molly y me dio un fuerte abrazo, creí que no estaba enterada de tal situación. Y teniendo tan poca energía para hablar del tema y solo querer encerrarme, no hice ni el mínimo intento en darle detalles.

Ahora, viendo su expresión, entiendo que siempre lo supo, pero no estuvo en su ser el enojarse como la mayoría de aquellos que la rodean. Es comprensiva e increíblemente amable. Algo de lo que carece su familia, exceptuando a Jeff.

—Es la sangre que comparten. Jeffrey debe ser igual —le digo, dejando que las risas nos envuelven a las dos.

—Concuerdo, cariño. Esos tres parecen salidos del mismo vientre.

En cuanto terminamos, Isabella, la señora que se encarga de la limpieza de la casa junta nuestros platos y nos anima a tener un buen día. Agradezco al cielo el tener que ir más temprano al gimnasio y no tener que cruzarme a nadie más. Por lo menos por un buen rato.

Hoy abrimos y cerramos más temprano debido a que el equipo de ambientación necesita su tiempo para decorar todo el club. Así que después de la salida de hoy, no vuelvo a trabajar hasta el lunes próximo. Una de las mejores noticias de la semana.

—Te comentaba que vi un vestido en el centro que me ha enamorado, ¿Me acompañas a comprarlo más tarde?  —me pregunta, trayéndome de regreso a la conversación de hace unos minutos. Abre la puerta del auto y me mira con emoción.

—Si, me encantaría —le contesto con una sonrisa que no puedo ni quiero contener. Sin embargo recuerdo que hay un gran e inoportuno problema: no puedo entrar a mi departamento—. En realidad tengo...

—Está todo solucionado, Beth —me guiña un ojo antes de doblar en una avenida—. Jeff tiene un amigo que cambiará tu cerradura sin problema.

Arrugo mi frente de la sorpresa.

—¿Cómo es qué...? —empiezo a considerar—. Alec, ¿Cierto?

—Sorprendentemente asumió toda la responsabilidad —murmura como si realmente estuviese orgullosa de lo que me está contando—. Así que si, él va a encargarse. Después de que termines tu turno, claro.

I KNEW YOU WERE TROUBLE | En CursoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora