La música se detiene de golpe y todos en la pista no dejan de abuchear al DJ. Tan pronto como se bajan un poco las luces, la aparición del animador se lleva toda la atención nuevamente.
—A todos mis bailarines —empieza diciendo por el micrófono—, les pido que tomen a una bella dama del salón o a un caballero de la mano y se acerquen al escenario. Pero oigan, van a tener que ser valientes ya que no puede ser la misma persona que los acompaña esta noche.
—¡Yo quiero! —pega el grito mi amiga evidentemente en un estado que se aleja de la sobriedad. Se toma de un tirón lo que contiene su vaso y me mira con entusiasmo.
—Vamos, no sean tímidos. Apenas estamos empezando a divertirnos —continúa el hombre de no más de cuarenta años—. Les doy diez minutos.
Keegan y Greg, quienes están saliendo del baño se nos acercan ni bien nos vislumbran. Los gestos de exaltación que tienen producen un efecto en contra de mis tensiones haciéndome relajar. Le doy un trago más largo de lo normal al líquido violáceo de mi vaso y les sonrío con las mismas expectativas de que algo bueno va a continuar.
—Señoritas —nos dice Greg con una tonta y exagerada reverencia.
—Tenemos que ir a la pista. De a dos —expone Lily con una amplia sonrisa y los ojos casi salidos de sus orbitas.
Todo el grupo desvía la mirada hacia donde vienen las risas y las exclamaciones. Ya se están empezando a reunir varias parejas y de un momento para el otro se me van las ganas de ser una de ellas.
—Conmigo no cuenten. Los veo desde acá.
—¿Estás loca? —me interroga mi amiga de forma dramática, despegandome de la barra—. Tú vienes con nosotros.
—No, hablo en serio.
—Nosotros también —contesta Greg, tomándome de la mano.
—Chicos, por favor. No quiero bailar ahora, necesito ir a tomar un poco de aire.
—Vamos después —canturrea Keegan con diversión.
A decir verdad no tengo mucha fuerza de voluntad para decir que no más que esto. Por lo tanto me arrastran como si fuese una pluma. A los pocos pasos dejo de resistirme y a caminar recobrando las risas a la par de ellos. Sin embargo cuando llegamos a reunirnos con el gran tumulto de gente, me encuentro con dos situaciones que producen nuevamente que quiera salir a mirar el cielo nublado y respirar aire fresco.
En la primer escena: tenemos a un obstinado y atractivo chico tomando de la cintura a una figura de unos veinte años, sonriendo como si fuesen los mejores amigos de toda la vida. Ella le golpea el hombro de manera juguetona, le sonríe con sus labios pigmentados de rojo mate y le revolea sus pestañas postizas con encanto. Kershaw ni me mira. Olivia ni sabe que no le he quitado la vista de encima. Por lo menos no desde que hizo contacto directo con los ojos verdes que hace un rato me declaraban cosas inconcebibles, pero cautivantes.
Hay una disgusto creciendo dentro de mi aunque no quiera reconocerlo.
En la segunda escena: Desmond se encuentra inmovilizado a dos pasos de mi cuerpo. Me observa suplicante, pero sin perder ese aire de seducción y deslumbramiento que lo acompaña desde que lo conozco. Supongo que ahora puedo ver las similitudes con su padre: posee la misma simpatía e impronta para hacer que todos se sientan a gusto con su presencia.
Parece inhalar profundo antes de dejar caer su mirada hasta mi busto por una milésima de segundo y volver a conectar con mis ojos oscuros. Acorta la distancia que tenemos a centímetros y mientras tanto siento tres pares de ojos más escudriñando la situación.
ESTÁS LEYENDO
I KNEW YOU WERE TROUBLE | En Curso
Romance"No existe ni la más remota posibilidad de que sobreviva al caos que es él" "Soy demasiado egoísta como para dejarte ir" ----------------- Bethany Sanders está atravesando sus veinticuatro años y aún no puede despegarse de su pasado. Alec Kershaw e...