Capítulo 22

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Si alguien le preguntaba al Ministro de Magia la razón por la cual se había tardado tanto en ir a "corregir" la situación del Callejón Diagon y la de Hogwarts, por no mencionar las diversas demandas (y no todas de magos y/o vendedores), la respuesta que obtendría seria algo en las líneas de que estaban trabajando en ello lo más rápido posible más había demasiadas cosas y poco personal. Técnicamente eso era verdad. Era demasiado desastre en muy poco tiempo en diversos lugares (y no pequeños) para el personal que había a mano.

El hecho de que dicho personal estuviera reducido un poco más de la mitad no ayudaba. El hecho de que casi toda esa cantidad de gente no volvería no ayudaba. La mitad de esa cantidad no podía volver, aunque quisiera. La organización de los funerales seguía siendo un desastre en todo el sentido de la palabra, las bajas había más que batido récord. Las familias, las remuneraciones, consideraciones, forma de "descanso" (la mayoría prefería cremación, pero había varias opciones), los testamentos, repartición de bienes, y más.

Así que, como cualquiera podría apreciar sin mayores explicaciones, el Ministro de Magia, Cornelius Fudge, no era feliz. Nadie estaba contento, el terror reinaba las calles, y no se olvide la confusión a millón. Por tanto, como era de esperarse, no había momento en donde nadie dejara de exigir solución al problema, incluso si nadie estaba realmente seguro de cual era el problema y como siquiera solucionarlo. Cornelius temía que no fuera a llegar a final de año en su cargo a este punto.

Aparte de todo eso, el ministro tenía la dolorosa situación de que no solo los que habían presenciado (la mayoría ni siquiera recordaba mas que dolor antes de que todo se volviera negro) la problemática de primera mano quería renunciar. Mas que renunciar, estaban dejando todo botado con una vaga disculpa o rabia a millón. El personal que tenia disponible, los reclutas, y los posibles reclutas. Nadie quería ser Auror o Investigador justo ahora. Esto había golpeado mas duro de lo que se estaba dispuesto a Admitir.

Señor, si no fuera por los rumores y los testimonios que había el ministro pensaría, con sumo terror, que el señor tenebroso había vuelto. Aun tenia sus dudas. Después de todo, oír que simples adolescentes habían volado medio callejón Diagon, habían metido a Albus Dumbledore en San Mungo en cuidados intensivos y se habían apoderado de la escuela, uno de los lugares con mayor protección mágica de Inglaterra, y habían demolido sin retorno el tren 9 y 3/4...

Si alguien le pedía sinceridad absoluta al ministro con la pregunta de antes, la respuesta seria mucho mas corta y muy diferente. Era algo que, como ministro, no podía expresar. Si el ministro expresa su miedo, la comunidad entraría en completo pánico. Tal cosa seria como echarle gasolina a una fogata. Por tanto, el ministro era incapaz de responder la pregunta con sinceridad por mas que lo quisiera. Su personal, los Aurores, los grandes Aurores que tenían años de experiencia y habían vivido la época del reinado de terror del que-no-debe-ser-nombrado, fueron derrotados de forma tan abismal...

- Su espíritu es increíblemente débil, no es que su cuerpo sea mejor. – La criatura humanoide de piel azul con muchos músculos comento como quien no quiere la cosa, una mano en su mentón y ojos completamente blancos evaluándolo curiosamente. – Este lugar no es para usted, es demasiado débil para soportar mi entramiento. – La criatura asintió para si y antes de verlo venir la criatura le cerro la puerta en la cara.

El ministro no giro la cara para mirar a su acompañante, negándose a reconocer la mirada fija que sentía que le perforaba la cabeza y el silencioso "te dije que no conseguirías nada", mirando la puerta con falso interés. Atrás de ellos dos, un Auror estaba noqueado, sangre escurriendo por su nariz y boca, en el suelo con solo una anciana tratando de revivirlo en vano. La criatura lo noqueo de un solo golpe cuando el Auror intento entrar para "ver mejor", sin permiso.

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