Capítulo 1 - Jade derrocado; primera parte.

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     Para el trigésimo tercer azote, los discípulos de la secta Lan sostenían ya los brazos de Lan WangJi. Los ropajes blancos colgaban hechos jirones y se tintaban de un rojo tan intenso como las granadas cuando son aplastadas.

Treinta y tres azotes por cada anciano herido.

Lan WangJi mantenía la cabeza baja, ya sin pizca de fuerza para seguir sosteniendo recta su gallarda figura; apretaba los dientes a causa del dolor, pero, aun cuando este mismo le estuviera escociendo la espalda, el Segundo Jade de Gusu Lan no mostró emoción alguna porque no existía nada más doloroso que recordar la última palabra que Wei WuXian le dirigió: piérdete.

Lan XiChen y Lan Qiren observaron cómo el menor de los Jades fue azotado, lamentando en sus adentros verlo en tal posición. El rostro de Lan WangJi siempre había sido estoico para el mundo, una belleza helada que difícilmente podría ser alcanzada, pero la desesperanza y agonía que sus ojos vieron en el rostro de su hermano casi lo ahoga.

Quería tomar el castigo por él, quería protegerlo como siempre lo había hecho y terminó por preguntarse: En el futuro, ¿el deber de un líder de secta lo hará sufrir como en ese momento? ¿Se vería forzado a perder o inclusive matar a alguien a quien ama para proteger a su clan y todo aquello que le enseñaron desde su alumbramiento? No... esperaba que no pues eso lo desgarraría justo como lo estaba desgarrado en ese momento.

Lan Qiren por su parte no podía creer que Lan WangJi era en efecto la persona que estaba recibiendo castigo tan semejante. Lo miró sin pestañear, no prestando atención a nadie más que a él, su sobrino, el prestigiado y excelso Hanguang-Jun.

La Sala Ancestral de la Secta Lan quedó sumido en absoluto silencio cuando el castigo terminó. Los ancianos que aún heridos pudieron asistir se fueron retirando uno por uno al igual que los discípulos que ayudaron a sostener al Jade.

Lan WangJi, arrodillado, con la cabeza baja y la espalda encorvada hacia adelante tenía los brazos colgados a los costados. El cabello le caía al frente y aun si sus ropajes estaban ya dañados, sucios y con su sangre impregnada, la cinta de regulación de Gusu Lan seguía pulcra sobre su frente. Blanca, pura y significativa.

Se escucharon pasos, apenas perceptibles. Tanto su tío como su hermano se acercaban a él en completo silencio. Lan XiChen podría jurar que el Receso de las Nubes jamás estuvo tan silencioso, se sentía asfixiante.

Respetar los filiales. Las reglas de la secta vinieron a la mente de Lan WangJi cuando, por su limitado capo de visión, pudo ver los ropajes canos frente a él. Alzó con esfuerzo la cabeza para dar la cara por sus acciones y tomar las palabras de su tío y hermano.

A Lan XiChen se le atascó la respiración en la garganta. Había visto el rostro de su hermano desde su posición, pero tenerlo a escasos centímetros de distancia le envió un terrorífico escalofrío por todo el cuerpo. Su hermano, el pequeño Lan Zhan, tenía la frente perlada de sudor, estaba tan pálido que daba miedo y los labios, ligeramente entreabiertos, lucían resecos y sin vida. Como si no hubiera bebido del sagrado líquido por semanas completas.

La pérdida de sangre mermaba la vitalidad de Lan WangJi y su cultivo residía tan débil que era imposible hacer uso de él, pero incluso con todo aquello en ese momento en el que estaba por desfallecer seguía siendo tan hermoso y viril como ningún otro hombre.

—Líder de secta Lan —Lan Qiren se dirigió a su sobrino con frío formalismo—, necesito un momento a solas con Lan WangJi.

—Tío —dando una debida reverencia Lan XiChen caminó a paso firme hacia la salida del Pabellón de Castigos. Detuvo su andar sólo cuando las puertas se cerraron tras de sí. Quería sacar a Lan WangJi de ahí pero tenía que aguardar. Sólo esperaba que las palabras de su tío no fueran tan severas.

Recuerdos impregnados del primer amor | v.2 | Lan MeiLingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora