Capítulo 3 - Lecciones; cuarta parte.

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En la secta Lan, conocida por su ardua disciplina, se implementó una nueva forma de entrenamiento y castigo: las paradas de mano. Si bien era un método antiguo y efectivo para el cultivo del cuerpo, de la misma forma era pesado de llevar a cabo y requería demasiado dominio corporal. Entonces, sostenerse con una sola mano, mientras que con la otra se copian las más de tres mil reglas que rigen los principios de la secta Lan, se convirtió en el perfecto método para calmar a los indisciplinados.

Y es ahí cuando el nombre de Wei WuXian volvió a sonar entre los murmullos de los discípulos. Aquellos que terminaron con el brazo entumecido se quejaron y lo culparon, trayendo a colación las tantas ocasiones en las que el ahora muerto Patriarca Yiling aplastó su trasero en un cómodo asiento. Sin importar cuántas veces y cuántos días estuvo copiando las reglas, el sólo copiarlas no fue suficiente castigo y gracias a eso ellos sufrieron las consecuencias.

Lan SiZhui observó desde lejos, y en más de una ocasión, a alguno que otro discípulo a punto llorar, caer y quejarse a medio castigo. Así que, en ese momento, en el que frente a él se estiraba perfectamente recta una encanecida figura, el pequeño joven maestro Lan se quedó con la boca abierta.

Lan WangJi se sostenía de forma impecable sobre una mano. Tenía la palma pegada al piso amaderado del Jingshi, con los dedos largos extendidos y los huesos que conectan a los nudillos marcados. Las venas, que escalaban desde la mano hasta su brazo, se dejaban ver bajo la capa de piel cana y ni un sólo temblor, resoplido, queja o el mínimo indicio de cansancio se reflejó en su inexpresivo rostro, el cual estaba cubierto del flanco izquierdo por la extensa cabellera. La cinta de regulación que llevaba en la frente la mantenía entre los labios, sin permitir que tocara el piso mientras que, con la otra mano, se dedicó a realizar finos trazos sobre el papel.

Lan SiZhui pensó que intentarlo no sería cosa difícil y que los discípulos mayores simplemente exageraban. Tomó un papel del escritorio de Lan WangJi y un pincel, preparado para la batalla se puso a su lado, pero cuando lo intentó se topó con la sorpresa de no poder hacer más que elevar un solo pie al aire.

Triste y enfadado se sentó durante unos segundos.

Observó la hoja, después el pincel sin tinta y lo hizo todo a un lado. Sin que se diera cuenta, Lan WangJi lo observó de reojo. Lan SiZhui puso las dos manos sobre el piso y volvió a elevar la pierna. Intentó una, otra, otra y otra vez subir la otra pierna pero en cada ocasión terminó causando un ruido sordo cuando los pies le impactaron contra el piso.

Simplemente no pudo hacerlo. Sus bracitos temblaron y su carita se puso roja. Además, con cada impacto le dolieron tanto los dedos de los pies que ya no quiso hacerlo más.

Cuando Lan WangJi terminó ya pasaban de las seis de la mañana, se aseguró de que tanto Lan Yuan como él estuvieran presentables antes de salir del Jingshi a cumplir sus deberes. A mediodía, durante un breve receso, Lan SiZhui y Lan JingYi se volvieron a reencontrar.

—¿Dónde estabas? —preguntó con curiosidad.

—Con papá.

—¿Tienes papá?

—Sí.

—¿Quién es tu papá?

—Hanguang-Jun.

—...

—¿E-estás bien? —Lan SiZhui se acercó muy cuidadoso y preocupado a su amigo.

Lan JingYi se quedó en silencio, con la boca abierta y mirándolo sin pestañear. Muy seguido se sentía intimidado por el gran y estoico maestro Hanguang-Jun, pero soñaba, como un fanático enamorado, con poder llegar a ser igual de grandioso que él.

Recuerdos impregnados del primer amor | v.2 | Lan MeiLingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora