El paso del tiempo fluyó en Gusu Lan con tanta lentitud como el caracol que busca trepar el árbol y tan rápido como el felino que a grandes saltos escala el mismo tronco.
Lan SiZhui por primera vez en su vida se fue haciendo de grandes amigos. Los discípulos de la secta Lan lo recibieron con los brazos abiertos aun cuando se integró un tiempo después de iniciada su educación. De entre todos, había un amigo en particular con el que Lan SiZhui disfrutaba pasar el tiempo: Lan JingYi.
Ambos comenzaron una inseparable amistad justo en el momento en el que muchos meses atrás Lan SiZhui se encargó de consolar a Lan JingYi, dándole pequeñas caricias en la espalda mientras ignoraban a Lan Qiren. Desde entonces a donde iba uno iba el otro; comían, estudiaban, jugaban y casi dormían juntos.
Sin embargo, lo que no hacían juntos era recibir los castigos. Claro, no porque no quisieran cuidarse las espaldas, sino porque siempre el único que era castigado era Lan JingYi y daba la mala casualidad de que perpetuamente terminaba incumpliendo las reglas frente a Lan Qiren.
En uno de los últimos castigos, Lan JingYi tuvo que ir a arrodillarse frente a la Sala Ancestral de la secta Lan por tres horas. Con casi cinco años la atención del niño iba y venía de aquí para allá y el entumecimiento de sus piernas era cada vez más molesto. Totalmente aburrido captó por el rabillo del ojo algo pequeño moviéndose con prisa entre las hierbas.
«¡Hormigas!».
Estuvo un buen par de minutos observando como transportaban plantas y alimentos, en ocasiones una que otra pasaba sin nada sobre su espalda y Lan JingYi se tocaba la barbilla figurando tener una barba que peinaba antes de imitar con voz estricta: —No caer en el ocio.
Antes de que terminara su castigo el Primer Jade de Gusu Lan pasó por ahí y sintió tener un pequeño déja vú. Años atrás el joven maestro Wei se encontraba junto en aquel lugar, en el mismo sitio y en la misma posición. Esta vez no llevaba prisa para ver lo que sucedía y se acercó al pequeño discípulo, encorvado hacia al frente y tenía pequeños espasmos.
Lan XiChen puso una mano en el hombro de Lan JingYi, preocupado de que estuviera llorando a causa del castigo. No obstante, la sorpresa sustituyó la preocupación cuando una risa y sonrisa traviesa se congeló en la boca de Lan JingYi.
El joven discípulo de la secta Lan volteó a ver a Lan XiChen con los ojos muy abiertos y escondió, despacio, lo que sostenía en la mano. Irguió la figura y trató de no hacer ningún gesto cuando sintió que los insectos comenzaron a subir por su mano.
Había estado picando el agujero por donde entraban y salían las hormigas.
Lan XiChen suspiró entre aliviado y divertido. Retiró el castigo de Lan JingYi y permitió que se fuera, éste último, por supuesto, le agradeció con una gran sonrisa y un sinfín de reverencias antes de irse caminando tan rápido como sus piernas le permitieron.
«Un Lan que se parece a Wei WuXian», pensó.
En otra parte del Receso de las Nubes, en la cueva helada, Lan WangJi fue recuperando fuerza y salud conforme el tiempo pasó. Las marcas en su espalda, esas mismas que fueron hechas por cada uno de los treinta y tres ancianos que durante dos días lo buscaron, se fueron cerrando tan lentamente que parecieron pasar décadas.
Lan WangJi pasó todo ese tiempo postrado en cama, apenas moviéndose. Después de que Lan SiZhui se fuera, el cuerpo del Jade desistió todo esfuerzo y sólo dejó la cama para sus necesidades básicas, para repasar las reglas de su secta hasta que volvieran a grabarse a fuego en su mente. Y, para tocar el guqin por las noches.
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Recuerdos impregnados del primer amor | v.2 | Lan MeiLing
FantasyVersión editada. "...Para el trigésimo tercer azote, los discípulos de la secta Lan sostenían ya los brazos de Lan WangJi. Los ropajes blancos colgaban hechos jirones y se tintaban de un rojo tan intenso como las granadas cuando son aplastadas...". ...