Lan WangJi aprendió a través de los años a vivir con dolor, a aguantar las lágrimas durante las noches y a fingir que todo estaba bien cuando el sol se alzaba en lo más alto del cielo.
El sentimiento de pérdida nunca se fue. Aún pasados cinco años desde la muerte de Wei WuXian él seguía buscándolo por las noches y adorando su memoria. Se la vivía a recuerdos porque le daba miedo olvidar; olvidar su rostro, olvidar su voz, olvidar su risa escandalosa y la manera en la que lo llamaba por su nombre de nacimiento sólo para molestarlo.
Tristemente, aun cuando intentaba no olvidar, el rostro de Wei WuXian cada vez se difumina aún más en todos esos recuerdos y su voz comienza a distorsionarse. Lan WangJi tiene miedo de que llegue el momento en el que todos esos recuerdos y peculiaridades que se impregnaron en él desaparezcan para siempre.
No quiere que los recuerdos de su primer amor se conviertan en oscuridad.
Una jarra oscura cuelga de su mano. Ha comprado otra vez la Sonrisa del Emperador. La mira por un largo tiempo, sigue los patrones desiguales de la jarra y admira los colores, el rojo de la tapa y el negro del cuerpo redondo que resguarda el líquido. Hay una triste mueca en la comisura de la boca mientras levanta el tablón en el suelo y acomoda la jarra junto a otros cuatro jarrones.
Quedan pocos minutos para que se den las cinco de la mañana y los Recesos de las Nubes vuelvan a la vida, y aun así él no ha dormido ni siquiera un poco. Su mente ha estado ocupada pensando en todo y en nada, en momentos que lo hicieron feliz y en otros tantos que le destrozaron el alma.
Y en cada uno de esos momentos hay una persona, Wei WuXian.
Siempre en esa época, cuando el frío en Gusu se torna húmedo y casi mortífero, es cuando Lan WangJi sufre más. Hace apenas dos días atrás se cumplió otro año desde que el hombre que amó murió y le dolió ser el único él que lo recordó con cariño.
Lan WangJi nunca supo el momento exacto en el que se enamoró, pero sí cuando se dio cuenta que Wei WuXian ya estaba incrustado en lo más profundo de su corazón.
Fue una tarde en los Recesos de las Nubes. Mientras cuidaba a los dos conejos que Wei WuXian llevó una tarde a la biblioteca, su tío lo mandó a llamar. Lan WangJi caminó sin prisa; sin rastro de emoción en el rostro, se sentó junto a su tío y hermano y sintió sorpresa por primera vez cuando notó que uno de sus trabajos estaba en la mesilla del té. Dirigió la mirada a su hermano y éste se la devolvió con una pregunta implícita. "¿Todo bien?".
Cuando Lan Qiren le hizo saber el porqué de aquel papel se sorprendió por segunda vez, si bien no era un ser perfecto, aquello rara vez sucedía, sino es que nunca: Lan WangJi equivocándose. Un trabajo demasiado sencillo entregado con una falla en él, un carácter mal escrito.
Cuando Lan WangJi volvió al Jingshi, con el papel en la mano, se quedó contemplándolo por largo rato con una pregunta en la mente: ¿cómo pudo suceder algo así? Siempre era diligente con sus obligaciones y se aseguraba de estudiar con esmero así que no entendía cómo es que se equivocó en algo tan sencillo.
No fue hasta que escuchó una risa exagerada filtrarse a sus pensamientos que lo entendió. Wei WuXian. Cometió un error porque no podía dejar de observar y pensar en Wei WuXian.
Cayó en cuenta que aun cuando era escandaloso e indisciplinado le gustaba estar cerca de él. Le gustaba que se acercara y quisiera estar a su lado, aún si a cierto punto era molesto con sus jugarretas. Y también le gustaban sus burlas tontas e infantiles que a veces lo sacaban de quicio. Inclusive debía admitir que ver su cuerpo desparramado mientras garabateaba las reglas de la Secta Lan era... atractivo.
Sin importar qué, su gustar por Wei WuXian era un hecho.
Ese día el joven Lan WangJi no pudo dormir por el miedo y la sorpresa de su descubrimiento.
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Recuerdos impregnados del primer amor | v.2 | Lan MeiLing
FantasyVersión editada. "...Para el trigésimo tercer azote, los discípulos de la secta Lan sostenían ya los brazos de Lan WangJi. Los ropajes blancos colgaban hechos jirones y se tintaban de un rojo tan intenso como las granadas cuando son aplastadas...". ...