Detrás de las montañas del Receso de las Nubes, Lan WangJi se sentó en posición de loto mientras varias bolitas de pelos se movían a su alrededor, algunas acurrucaron contra sus muslos y otros se dedicaron a dormir o jugar entre ellos.
Con todo eso sucediendo, el meditar no era del todo posible aun cuando el único ruido era el de las hojas meciéndose.
Después de lo que sucedió en semanas anteriores, Lan XiChen se mantuvo mucho más al pendiente de su hermano. Si bien procuraba no sofocarlo y abrumarlo tenía miedo de que se quedara solo, pues, sabía que, aunque la tormenta se apaciguó, estaba lejos de terminar. En el futuro esa tormenta podría volver a arreciar y eso lo asustaba.
No obstante, una pequeña luz parecía hacer entrado a la oscuridad de Lan WangJi. No era un sol andante, claro está, pero ya era algo, y aunque vivir para que alguien más no sufriera podría desgarrar de peor manera, decidió hacerlo por su hermano, por su tío que, aunque le costara demostrarlo lo quería, y, por último, por ese niño de ocho años que primero se convirtió en su hijo, y después en un pilar para que no colapsara.
Durante ese tiempo no volvió a tocar Inquiry, no porque no quisiera sentirse conectado a Wei WuXian de alguna forma, sino porque... Bueno, ni él sabía.
Lo único que sabía era que, aunque los recuerdos de su primer y único amor seguían haciendo doler su corazón, ahora ya no eran tan dolorosos. Después de ese día esos mismos recuerdos cobraron nueva calidez y se transformaron en algo más preciosos y significativo.
Dejando la meditación de lado tomó un conejo blanco entre las manos, rascó con suavidad detrás de las larguiruchas orejas y se quedó acariciando y peinando el pelaje del animalito mientras recordaba uno de los mejores momentos de su vida.
Pasaron meses desde la última vez que miró a Wei WuXian. Para ese entonces Lan WangJi ya había aceptado en cuerpo y alma que lo que sus sentimientos dictaban hacia el ahora Patriarca Yiling no era nada más que amor, y abrazó ese sentimiento sin más.
Temprano por la mañana su tío les notificó a él y a su hermano de un acontecimiento de gran relevancia: el matrimonio del joven maestro Jin con la doncella Jiang. Se celebraría en un mes y, por supuesto, la secta Lan estaba cordialmente invitada.
Durante las tres semanas siguientes Lan WangJi no dejó de pensar en Wei WuXian, o de hacerlo con mayor frecuencia. Inclusive, había soñado con su encantadora sonrisa más de una vez y, debía admitir, sobre otras cosas también.
Faltando una semana para el magno evento Lan WangJi no pudo soportarlo más y antes de que sus lecciones iniciaran salió del Receso de las Nubes rumbo a Yiling. Así que, cuando su ausencia se dio a notar, su tío se molestó y su hermano sólo pudo sonreír mientras negaba con la cabeza.
Caminó por las calles estrechas y llenas de personas y redujo el paso. No sabía exactamente el lugar en la montaña en el que Wei WuXian podría estar, así que prestó atención a todo lo que se hablaba con la esperanza de que algún transeúnte soltara su lengua venenosa y diera indicaciones del lugar. Pero, justo ese día nadie recordó la existencia del Patriarca Yiling.
Un poco decepcionado siguió andando, observó todo con detenimiento hasta que se sintió chocar contra algo. Cuando bajó la mirada se encontró con nada más y nada menos que un niño a punto de llorar. No, no a punto, ni siquiera alcanzó a parpadear cuando el niño se soltó a llorar estrepitosamente, llamando la atención de todos y petrificándolo a él en el proceso.
Se quedó tan estático como una estatua y no pudo despegar la vista del niño llorón: tenía la cara roja, se le marcaban las venas de la frente y el moco le bajó hasta los labios.
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Recuerdos impregnados del primer amor | v.2 | Lan MeiLing
FantasyVersión editada. "...Para el trigésimo tercer azote, los discípulos de la secta Lan sostenían ya los brazos de Lan WangJi. Los ropajes blancos colgaban hechos jirones y se tintaban de un rojo tan intenso como las granadas cuando son aplastadas...". ...