25 ¿Entiendes?

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Buenos días

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Buenos días. Sé que tus favoritas son las azucenas, pero tal vez las rosas blancas serán más adecuadas para esta ocasión y... perdona que tardara tanto en visitar es solo que entre el trabajo, los pendientes y aquella mujer... el tiempo no me alcanza—trace con mis dedos las letras en la lápida ¨Kuchel Ackerman¨

La suave brisa del verano resoplo entre mi cabello y quise imaginar que era mi madre saludándome —Oh, hablando de ella... Desde hace rato que le estoy dando vueltas a un asunto y honestamente no ya no sé a quién pedir consejo.
Estoy rodeado de pubertos, solterones y pelones... el único con experiencia... ya está muerto.

¿Sabes? A veces ni siquiera yo puedo creer que lo esté considerando. Para mi estos asuntos eran absurdos e intrascendentes, siempre había algo más importante que hacer; sin embargo ayer pase la mitad del día de joyería en joyería hasta que encontré algo decente y pase la otra mitad indeciso entre el diamante y el ópalo.
Sinceramente creo que el ópalo es mas de su estilo pero el tipejo de la tienda insistía en que el diamante era ¨tradicional¨, tal vez solo quería sacarme más dinero ¿Me habrá estafado? ¿Y si resulta que es una imitación?... ¡agh! ¡Lo desollare vivo!

Ojala estuvieras aquí para aconsejarme, tu siempre sabias que hacer y qué decir. Podre ser un tipo viejo pero nunca has dejado de hacerme falta, es más, creo que ahora es cuando más te echo de menos...

Bueno, aún tengo un par de cosas que hacer. Te quiero, ma'— Termine de asear el lugar, me despedí de mi madre y cabalgue de regreso hacia las afueras de Trost para pasar el día con la fastidiosa más mimada de Paradis.

La encontré a la orilla del ventanal con sus pies colgando y termine vagando en las risueñas comisuras de sus labios que soplaban burbujas de jabón para invadir nuestro jardín que con tanto esfuerzo ha comenzado a florecer.

Pasaron al menos un par de minutos hasta que por fin se dio cuenta que la estaba observando y dio un salto para me recibirme con un breve y diminuto beso, de esos tantos que me regala, tantos pero aún no ha llegado el día de acostumbrarme a esta sensación que me invade pecho.

— ¡Te acordaste! – refiriéndose a la caja con rosquillas bajo mi brazo

—Claro, toda la semana estuviste de quejosa ¨Quieri dinitas, quieri dinitas¨- dije imitando el tono infantil del que abusa para manipularme y yo como su tonto cumpliendo todos sus caprichos.

— ¿Me trajiste una glaseada?

—Todas lo son.

— ¡Eres el mejor! —Otro beso y jure que algún día me las pagaría por todos estos micro infartos.

Hoy será nuestra decima sexta cita, no es que las esté contando ni nada... simplemente se me ha grabado el número.

Después de romper el ayuno con una bomba azucarada, tengo planeado llevarla a los jardines de Sina y por la tarde al teatro para ver ''La dama de rojo'' que según Sasha es muy espeluznante y trágica... tampoco es que le haya puesto mucha cabeza al plan o le pidiera consejo a Hanji para averiguar los mejores restaurantes de la zona, tampoco le pregunte a Armin si el saco negro combinaba mejor que el azul y mucho menos elegí esta ocasión para estrenar la corbata que Erwin me obsequio en un cumpleaños.

Beso a discreciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora