C10: La palabra con V

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—¿Tú sabías que esto iba a pasar? ¿Por eso me mandaste a traer el salvavidas?

Doña Eduviges negó con la cabeza, la sorpresa aún tatuada en el rostro. Su yerno parecía agitado y, por el relato que acababa de contarle, no lo culpaba. Era el tipo de anécdotas que no te creerías a menos que la hubieses presenciado o vivido, incluso ella si no fuera porque lo conocía bien, habría pensado que le estaba jugando una mala broma.

—No, solo tenía el presentimiento de que ibas a necesitarlo, pero no sabía para qué. ¿Dices que el rayo les cayó cerca?

—Muy cerca, pero parece que no les llegó a dar. El joven Córcega estaba bien, solo algo asustado y la chica... Bueno, según el doctor, no sufrió ningún daño —suspiró—. Pobre niña... físicamente está bien, pero, apenas recuperó la consciencia, comenzó a gritar incoherencias y no paraba de temblar. Decía cosas como que había tiburones en el agua —como era de esperarse, su suegra lo miró con extrañeza ante lo último, aunque no por las razones que él imaginaba.

—No tenemos tiburones en Huitzizilin.

—Lo mismo le dije, pero no paraba de decir que los vio. Seguro fueron alucinaciones causadas por el exceso de agua, o el trauma, no lo sé.

—Seguro... —pero ella no estaba tan convencida de ello.

De todos los presentimientos que solía tener, solo acertaba en el 70 % de los casos, después de todo, no era perfecta. Ningún ser humano lo era. Presintió que algo "inesperado" pasaría con el mar y pasó, presintió que su yerno necesitaría un salvavidas y así fue.

Solo esperaba que lo que estaba presintiendo en ese instante fuera parte de ese 30 % en el que se equivocaba, porque de estar en lo correcto, no había salvavidas que pudiera resolver la situación.


...


—No tengas miedo, no te resistas, solo déjate llevar —pude sentir su aliento en mi oreja cuando susurró aquellas palabras mágicas, esas que solo le había oído decir en sueños en el pasado y que ahora me dedicaba con tanto sentimiento en el presente.

Neptuno volvió a acercar sus labios a los míos y yo no pude encontrar más motivos para negarme. Lo besé, esta vez por mi propia iniciativa y creí sentirlo sonreír en mi boca.

Su lógica tenía sentido. Si a ambos nos gustaba esto, ¿por qué detenernos?

Separamos y juntamos nuestros labios varias veces. Todavía dentro de nuestro pequeño mundo, pude notar que, a diferencia de las veces anteriores, en las cuales solo invadía mi boca sin reparos, sus besos ahora eran más cortos y lentos, permitiendo que me acoplara a su ritmo. No era que me estuviera quejando, pero me llamaba la atención. Era como si... como si me estuviera enseñando.

De pronto, un recuerdo asaltó mi mente.

—Habla el que nunca se ha besado con nadie en su vida

—¡Eso no es cierto! Yo...

—Perdón, no sabía que también contabas los besos que te da tu mami antes de dormir.

—Tú no... sabes nada...

—Oh, por favor. No hay que ser muy inteligente para saber con solo mirarte que tienes tanta experiencia como un niño de 12 años. ¿Quién quisiera estar con alguien que no sabe besar?

Espera... ¿Acaso Neptuno había notado que no tenía experiencia besando? Traté de disimularlo, pero la inseguridad se apoderaba de mí de una manera veloz. Espera, ¿lo estaba besando mal ahora?

𝓜𝓲 𝓼𝓲𝓻𝓮𝓷𝓪 - ᴀʀɪꜱᴛᴇᴍᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora