C8: Lunares

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POV OMNISCIENTE


—¡¿Qué carajos hiciste?!

Yolloxochitzin alzó la voz a su ikniutsin, aunque lo cierto era que estaba más atónita que molesta. El panorama frente a ella no era algo que hubiera esperado de él.

—Tienes ojos, ¿no? Puedes verlo por ti misma —respondió el otro ser sobrenatural, demasiado orgulloso para admitir que cometió un error, pero no lo suficiente como para negarlo.

—¡No puedo creerlo! Acabaste con todas nuestras reservas. ¡Todas!

A solo unos pocos metros de distancia, los cuerpos de dos muchachos yacían tirados en la arena. La deidad femenina hizo un mohín, se suponía que ese par de Amanalis debían durarles al menos dos semanas más y el egoísta de su hermano no le había guardado siquiera uno.

—Este era mi favorito —se lamentó acariciándole el rostro con dulzura al de cabello rubio.

Cuauhtemoctzin suspiró, acto que tuvo el efecto inmediato de acentuar el notable puchero de Yolloxochitzin .

—Te conseguiré otro par mañana, ya no hagas tanto drama —masculló.

—Para alguien que acaba de saciarse, te oyes muy insatisfecho —miró la cara seria de su ikniutsin con indisimulada sospecha—. ¿Pasó algo en particular para que actuaras de esta manera? —"tan impropia de ti", pensó para sí misma.

La deidad tardó un poco en contestar.

—Perdí el control —admitió finalmente—. Era demasiado pronto. No volverá a pasar.

"Perdí el control con él", fue lo que omitió. "Era demasiado pronto para él", se recriminó.

El Dios del mar aún no podía creer que hubiera permitido tal desparpajo. Fue tan imprudente, tan inmaduro, tan neófito. No iba a hacerse el inocente, por supuesto que él había buscado y esperado ese beso con ansias. De haber usado su perfume o su canto como solía hacer con todos sus Amanalis, habría obtenido eso y mucho más de inmediato, pero ¿qué sentido tenía estudiar la corrupción del alma de Aristóteles reflejada en su música si él iba a interferir en sus sentimientos de manera artificial? Eso hubiera arruinado todo el objetivo del experimento.

Por esa razón usó sus encantos naturales y no sobrenaturales para seducirlo. Había sido un reto, uno no muy difícil, teniendo en cuenta que desde el inicio ya tenía al humano babeando por él, pero sí tardío, porque, había que decirlo, el muchacho podía llegar a ser exasperantemente lento, pero esa misma inocencia, tanto de mente como de cuerpo, era la que lo tenía tan fascinado, porque si bien los cuerpos vírgenes por aquellos días eran escasos, la otra cara de la moneda lo tenía maravillado. ¿Se había topado con un alma virgen de malicias y perversiones? ¡Oh, pero si él las había creído extintas! Hasta a veces llegaba a sentirse mal de querer profanar algo tan puro, solo un poco. Su deseo podía más sin embargo.

Así que sí, el beso estuvo planeado... pero no todo lo demás.

No había esperado ceder ante la electricidad que lo recorrió y estremeció cada fibra de su ser apenas sus labios se rozaron. Nunca antes un beso había provocado sensaciones tan intensas en él, tan adictivas, pero pronto a las nuevas sensaciones se le sumó la familiar necesidad primaria. La ebullición de la sangre en sus venas fue inevitable y, una vez empezó, no pudo detenerse.

"Nep... tuno. ¿Qué...? ¿Qué estamos haciendo?".

Aún recordaba su voz hecha un hilo al llamarle, al hablarle en ese tono de incipiente placer, tan seductor y aún así tan genuinamente desconcertado, como si en verdad no supiera lo que estaba sucediendo. Aquello fue suficiente para regresarlo a la realidad y darse cuenta de lo que estaba a punto de hacer.

𝓜𝓲 𝓼𝓲𝓻𝓮𝓷𝓪 - ᴀʀɪꜱᴛᴇᴍᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora