C16: Ecos en el templo

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Una disculpa por la tardanza. Aquí está el capítulo :)

...

En la época cuando papá no estaba decepcionado de mí, más de una vez me llegó a decir que las soluciones y la verdad real estaban en los libros, esto como un intento de salvarme de la ignorancia en los chismes y creencias de los pueblos. Recuerdo a mamá asintiendo a sus palabras, una de las pocas y extrañas ocasiones en donde coincidían sin añadir nada o restarle hierro.

Hoy día me daba cuenta de la importancia detrás de esa advertencia, pues estaba presenciando el lento pero indetenible proceso de gestación de una creencia local.

Era divertido ver las diferentes versiones y detalles en construcción. Los rumores evolucionaban tan rápido, que se pisaban las patas entre sí y nadie llegaba a un acuerdo. Se decía que mi escuela estaba maldita por un demonio con poder sobre los animales alados. Otros aseguraban que el Diablo mismo había encarnado en un pelícano gigante con un feroz apetito por jóvenes, ¡qué incluso había engullido a uno, literalmente, delante de muchas personas!

Sorprendentemente, mis compañeros de clases intentaron aclarar la "anécdota", pero ya el daño estaba hecho. Estudiantes y algunos profesores se hacían eco del último desgraciado tocado por la mala fortuna: yo mero.

Al parecer, todo esto surgió a raíz de que un gran pelícano se posó sobre mi cuerpo un instante después de que me desmayé y le graznó enfurecido a cualquiera que se atreviera a acercarse. Fue un gran espectáculo y hubo muchos gritos, o al menos eso escuché.

Por supuesto que la vez que era protagonista del chisme del momento tenía que ser cuando estaba inconsciente. Fantástico.

Aún seguía debatiendo si esta situación loca sería buena para mí, ya que notaba cierto cambio en el trato que me daban algunos de mis compañeros. Si antes parecían pasar de mí completamente, como el fantasma de aula que alguna vez fui, ahora se me quedaban mirando, no sé si de compasión o prevención, pero ya no era inadvertido como antes.

El cambio fue tan evidente, que incluso Cami lo verbalizó durante un receso cualquiera. Yo asentía fingiendo distracción mientras sentía mis mejillas queriendo ridiculizarme. Bueno, supongo que ver a un pelícano resguardando el cuerpo de una persona como un perro a su dueño, le cambia la perspectiva a cualquiera.

Yo mismo podría estar actuando como cualquier de mis compañeros, o de los externos que están llevando este chisme a niveles desproporcionados. Si algún ingenioso local presta la suficiente atención a la novedad del colegio, de seguro en el próximo festival habría un stand dedicado a La leyenda del Demonio Pelícano.

Si hacen una película, espero que me den mis regalías.

Mmmmm... ¿Tendría que compartirlas con Neptuno?

—¡Oh, Dios!

El chillido de Cami me trajo al presente. Sus ojos estaban considerablemente abiertos y con una mano encima de su corazón. Me pareció escuchar un crujido y un algo haciendo peso en mi hombro. Primero miré hacia el suelo, Cami había pisado restos de unas botanas que se estaba comiendo. Miré hacia mi izquierda, y ahí estaba la gaviota que religiosamente me ha estado visitando durante los recesos desde que me encontré con Neptuno en la playa. Han sido tantos días desde entonces, que puedo decir, sin temor a equivocarme, que es la misma gaviota por la marca en el lado derecho de su pico, y una curiosa sucesión de plumas negras en su pecho que forma una pequeña luna menguante. Por eso la apodé Lunita.

—Lo siento... —Cami negó con la cabeza, ahora parecía apenada por su reacción. Bueno, por algo ahora nos reunimos en las adyacencias traseras de la biblioteca del colegio, donde casi nadie se pasea. A veces los de último curso vienen por estos lados a hacer cochinadas, pero todavía no nos encontramos a nadie, gracias al cielo.

𝓜𝓲 𝓼𝓲𝓻𝓮𝓷𝓪 - ᴀʀɪꜱᴛᴇᴍᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora