C2: El canto del ángel y el pacto con el diablo

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N/A: Pronto entenderán por qué decidimos linkear el video de arriba ;)

...

—¿Es para mí?

En la habitación contigua, los Córcega Sierra tenían una algarabía como cada vez que se juntaban para celebrar nada en concreto, solo la dicha de estar unidos. Mientras, Juan Pablo, el nieto mayor y heredero legítimo del legado familiar, le extendía una libreta rectangular a Aristóteles.

—Sí, esto es un regalo para ti.

Un tierno Aris de 9 años tomó el cuaderno de tonos sepias. Lo alzó sobre su cabeza, tal y como su padre hacía para verificar la veracidad de los billetes, y sonrió sintiéndose feliz por recibir algo.

—¡Gracias!

—Esta es una libreta especial, ¿sabes por qué? —Aris negó—. En ella podrás escribir las letras de tus canciones.

La sonrisa de Juan Pablo se ensanchó más al ver los ojitos de su primo iluminarse.

—WOW, ¿o sea que tendré mi propia libreta de canciones?

—Exacto.

Pese a tener una guitarra desde los 8 años, Aris aún no había compuesto su primera canción. Seguía dubitativo y explorando entre onomatopeyas fáciles de recordar y de ignorar, temía recibir algún comentario negativo. Él pensaba que no podía ser tan impresionante como Mario Domm.

—Y cuando llegues a la última página, yo mismo te daré otra. ¿Qué dices, Estrellita?, ¿estás de acuerdo?

El menor sonrió y se sonrojó ligeramente. Su primo había empezado a llamarle así desde que lo oyó cantar con la guitarra por accidente en el pasillo, cuando creía que no había nadie. "¡Esa es mi estrellita!" había gritado Juan Pablo emocionado en esa ocasión, asustándolo. Desde entonces el apodo se había quedado con él.

—¿Es una promesa?

Juan Pablo contempló con mayor detalle al pequeño. Contenía su sonrisa, como dudando de lo que acababa de pasar, sus ojos miraban furtivamente hacia la puerta y sus bracitos aprisionaban la libreta sobre su pecho, como temiendo que alguien se la fuese a arrebatar en cualquier momento. Aris lucía igual a un chico asustado por no ser aceptado. Le recordaba mucho a él.

—Es una promesa —desordenó sus cabellos y le pidió que le cantara una canción.

—Aún no he hecho una propia...

—No importa, ya la harás.

Pocas veces Juan Pablo había visto a su primo tan enternecido como en esa ocasión, y esa certeza le dio aún más valor para mantenerse firme por ambos.

Era evidente que Aris gustaba de un arte que debería ser motivo de felicidad para cualquier persona. Pero su familia siempre maximizaba las cosas para peor.

Él ya había escuchado algunos comentarios descontentos por Aris y su guitarra. Sospechaban, claro que lo hacían. Pero no había ningún misterio que develar; Aris amaba la música y él lo respaldaría.

Un hombre de ancha espalda, prominente mentón y largos cabellos lacios dormitaba en la sala de descanso. En menos de 50 minutos cumpliría las 24 horas de guardia en el Hospital Central de México y en vista de que la calma reinaba en la emergencia, se dispuso a descansar los ojos.

Pero en una de esas cabezadas, su cuerpo reaccionó violentamente, despertándose y advirtiéndole de caer de bruces contra el suelo. Luego de varios pestañeos, reconoció el lugar. "Vaya, fue solo un sueño", pensó mientras se masajeaba el puente de la nariz por quinta, sexta, séptima vez. En realidad, no lo sabía, hacía eso muchas veces al día y tenía tanto sueño que el solo contabilizarlo sería una gran hazaña.

𝓜𝓲 𝓼𝓲𝓻𝓮𝓷𝓪 - ᴀʀɪꜱᴛᴇᴍᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora