15.- La gran entrada

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Un silencio absoluto y constante reinó en el campo de batalla.

Rina yacía tosiendo sangre a los pies de un colosal roble.

El cadáver de Brody se encontraba abrazado con el corazón perforado desangrándose lentamente en el suelo.

Ben respiraba con dificultad pero se mantenía estable. Había conseguido parar la hemorragia de su brazo perdido. Sus habilidades regenerativas eran dignas de su estirpe.

Elmoth miraba con intriga a lo lejos, al cabo de unos segundos el motivo de su curiosidad llegó.

—¡Rina! ¡Brody! ¡Demonios! ¿Quién eres tú?— preguntó furioso Damon mientras desenfundaba rápidamente sus dos pistolas.

Elmoth ignoró la inútil interrogante y simplemente preguntó por cortesía —¿Listo?—

Damon frunció el ceño, sin mayor aviso se lanzó contra Elmoth y empezó a disparar una ráfaga de balas mágicas, cada una de ellas era extremadamente potente.

Elmoth pareció intentar comprobar la fuerza de las balas, más su rostro evidenció una grata sorpresa cuando advirtió que las balas podían perfectamente perforar su imponente armadura negra. Al parecer el disparo del rifle francotirador al inicio de la batalla que había conseguido destruir su casco no había sido pura casualidad. Debía cuidarse de las balas.

Rápidamente el demonio empezó a moverse a gran velocidad esquivando y reflejando las balas con su enorme espada. Pese a su gran tamaño e increíble fuerza, a diferencia de Rina quien al igual que él, se especializaba en combate cuerpo a cuerpo, Damon nunca permitía que Elmoth ingresará en su rango de acción, sus pistolas le permitían atacar a corta distancia y a diferencia de Brody poseía un gran manejo de movimientos de pies y amplia velocidad.

Elmoth trató de teletransportarse para ganar espacio y poder alcanzar con su espada a Damon, pero el pistolero parecía poder predecir aproximadamente la posición en la que aparecería, tomando ventaja de ello y alejándose antes de que Elmoth apareciera. Al cabo de un rato el demonio cesó las teletransportaciones racionalmente, si bien poseía una afinidad mágica relativamente decente, no era un mago. La necesidad de resguardar mana lo obligó a continuar con los ataques corpóreos directos.

Más con el paso de la batalla, Elmoth notó algo extraño, su armadura se empezó a presentar diferentes perforaciones y de ellas, un extraño color púrpura empezó a emerger.

Al darse cuenta de la anomalía, Elmoth pareció aún más sorprendido, rápidamente con una de sus manos retiró la pieza de armadura perforada para inspeccionar la herida, advirtiendo que como una telaraña, desde el agujero originado por la bala, unas líneas púrpuras se extendía por su brazo palpitando y expandiéndose con relativa velocidad.

—¡Veneno!— exclamó Elmoth furioso. Coléricamente empezó a ejercer presión en sus músculos heridos, generando una impresionante contracción con la finalidad de expulsar a través de la tensión obtenida las balas bañadas con veneno de su cuerpo.

Más el pequeño momento que se tomó para realizar dicha acción no pasó desapercibido por Damon, prontó una ráfaga de balas descendió sobre el demonio, Elmoth se apresuró para esquivarlas cuando para su asombro las balas no impactaron, sino explosionaron, creando una llamarada de fuego ardiente que empezó a calcinar todo a su paso.

—¡Armas elementales!— suspiró Ben desde ocultó entre uno de los árboles a varios metros de distancia de la batalla actual.

Si bien le hubiera encantado asistir al demonio y asesinar al resto de asquerosos humanos, su condición era deplorable. Había utilizado sus últimas fuerzas en asestar un golpe letal contra el mago humano y ahora solo podía observar el desenlace predestinado entre el demonio y el pistolero humano.

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