Escribí una novela. Escribí una novela y fue publicada. Escribí una novela y domino la lista Bestseller del New York Times. Escribí esa novela y luego la vi interpretada en una sala de cine con una larga, mantecosa bolsa de palomitas en mi regazo. Mi novela. La que escribí. Lo hice todo sola, porque es así como me gusta. Y si el resto del mundo quiere pagar para echar una ojeada a mi mente trastornada, que así sea. La vida es demasiado corta para ocultar sus errores. Así que me ocultó en su lugar.
Es mi trigésimo tercer cumpleaños. Despierto con un sudor frío. Estoy caliente. No, tengo frío. Me estoy congelando. Las mantas enredadas alrededor de mis piernas se sienten desconocidas, demasiado suaves. Me las pongo, tratando de cubrirme. Mis dedos se sienten gruesos y regordetes contra el material sedoso. Tal vez están hinchados. No lo puedo decir porque mi celebro esta lento, y mis ojos están cerrados, y ahora me estoy poniendo caliente de nuevo. O tal vez tengo frío. Dejo de luchar contra las mantas, dejándome ir a la deriva… hacia atrás… hacia atrás…
Cuando me despierto hay luz en la habitación. Lo puedo ver a través de mis parpados. Esta oscuro, incluso para un día lluvioso de Seattle. Tengo del suelo al techo ventanas en mi habitación; ruedo en su dirección y obligo a mis ojos a abrirse solo para encontrarme frente a una pared, Una pared hecha de troncos, No hay ninguno de esos en mi casa, Dejo a mis ojos recorrer la longitud de ellos, todo el camino hacia el techo antes de erguirme, llegando a despertarme totalmente.
No estoy en mi habitación. Miro alrededor de la habitación en estado de shock. ¿Dormitorio de quién? Vuelvo a pensar en la noche anterior. ¿Había…?
De ninguna manera. No he siquiera mirada a un hombre desde… no hay manera de que haya ido a casa con alguien. Además, anoche tuve una cena con mi editor. Habíamos tomado un par de copas de vino. El Chianti no te hace perder el conocimiento. Mi respiración es superficial mientras trato de recordar lo que pasó después de que deje el restaurante.
Gasolina, había parado por gasolina en la estación de servicio Rea Sea en Magnolia y Queen Anne ¿Y después de eso? No puedo recordar.
Miro hacia el edredón agarrando entre mis nudillos blancos. Rojo… de plumas… desconocido. Balanceo mis piernas por un lado de la cama y la habitación se tambalea y se inclina. Me siento mal enseguida. El día después de una gran borrachera. Jadeo por aire, tratando de respirar lo suficiente profundo para calmar mis nauseas, El Chianti no hace esto, me digo a mi misma otra vez.
-Estoy soñando- digo en voz alta. Pero no lo estoy. Sé eso. Me pongo de pie y me siento mareada durante unos diez segundos antes de que sea capaz de tomar mi primer paso. Me agacho y vomito… justo en el piso de madera. Mi estómago está vacío, pero tengo arcadas de todos modos. Levanto mi mano para limpiar mi boca y mi brazo se siente mal, muy pesado. Esto no es una resaca. Me han drogado. Me quedo agachada por varios segundos más antes de enderezarme. Siento que estoy en una ruleta de una feria. Me tropiezo hacia adelante, viendo mi entorno, La habitación es redonda. Esta helando, Hay una chimenea –sin fuego- y una cama con dosel. No hay puerta. ¿Dónde está la puerta? Pánico me golpea y corro en un círculo torpe, agarrándome a la cama para no perder el equilibrio cuando mis piernas se doblan.
-¿Dónde está la puerta?
Puedo ver mi aliento humeante en el aire. Me enfoco en eso, veo que se expande y se disipa. Mis ojos tardan un tiempo en reenfocarse. No estoy segura de cuánto tiempo me quedo ahí, excepto que mis pies empiezan a doler. Miro hacia abajo a mis dedos de los pies. Apenas puedo sentirlos. Tengo que moverme. Hacer algo. Irme. En la pared frente a mi hay una ventana. Voy sin prisa adelante y echo a un lado la endeble cortina. Lo primero que noto es que estoy en el segundo piso. La segunda cosa que noto-¡Oh Dios! Mi celebro envía un escalofrío por el resto de mi cuerpo, una advertencia. Estas acabada, Senna, Dice. Terminada. Muerta. Alguien te llevó. Mi boca es lenta en responder, pero cuando lo hace, escucho mi ingesta de aliento llenar el silencio de muerte a mí alrededor. No creo que las personas realmente se queden sin aliento en la vida real hasta el momento que me escucho hacerlo. Este momento, este jadeante, momento de infarto, cuando todo lo que llenan mis ojos es nieve. Tanta nieve. Toda la nieve del mundo, apilada justo debajo de mí.
ESTÁS LEYENDO
Mud Vein
RomanceCuando la solitaria novelista Senna Richards se despierta en su trigésimo tercer cumpleaños, todo ha cambiado. Enjaulada detrás de un cerco eléctrico, encerrada en una casa en medio de la nieve, Senna es dejada para descifrar las pistas para descubr...