Miro su cara. Sus ojos oscuros parecen como si estuviera drogado, excepto porque él no toma drogas. Ni siquiera por un dolor de cabeza. Conozco mucho acerca de este hombre. Eso es lo que me tiene más sorprendida. ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué estoy con él?
Su cabeza se gira para mirarme. Es como si de verdad me estuviera viendo por primera vez. Puedo ver el movimiento ascendente y descendente de su pecho mientras lucha por respirar. Esa era yo, hace quince minutos. Sus ojos buscan mi cara, antes de decir:
-¿Qué es lo que recuerdas?
Niego con la cabeza.
-Tenía una cena en Seattle. Me fui como a las diez. Me detuve por gasolina en mi camino de regreso. Eso es todo. ¿Y tú?
Se quedó mirando hacia el suelo, sus cejas juntas.
-Estaba en el hospital, acababa de salir de turno. El sol acababa de ponerse. Recuerdo pararme para observarlo. Luego nada.
-Eso no tiene sentido. ¿Por qué alguien nos traería aquí a ambos?
Pienso en los encendedores y la llave y el cuarto de carrusel, luego empujo en mi celebro. Una coincidencia. Pero me dan ganas de reír cuando lo pienso.
-No lo sé –dice Isaac. No creo que jamás haya escuchado a él decir eso. Pienso en todas las veces de mi vida que he contado con él para respuesta –exigiendo respuestas. Y siempre las tenía. Pero eso fue antes de…
Se pasa la mano por la barba en su mandíbula, y noto los profundos moretones en sus muñecas donde las bandas se clavaron en su piel. ¿Cuánto tiempo había pasado atado de esa manera? ¿Cuánto tiempo había estado inconsciente?
-Tenemos que entrar en calor –dice Isaac.
-Hice una fogata… en la habitación arriba de la escalera.
Buscamos el termostato. Me doy cuenta de los blancos que son sus nudillos alrededor del mango del cuchillo. Lo encontramos en el cuarto de carrusel, detrás de la puerta.
Enciende la temperatura.
-Sí hay energía, debemos estar cerca de algo –le digo esperanzada, Él sacude la cabeza.
-No necesariamente, Podría ser el generador. Esto podría no durar.
Asiento, pero no le creo.
Subimos a la habitación para sentarnos junto al fuego y esperar que la casa se caliente. Me hace ir primero. Una vez arriba, echa un vistazo por encima del hombro una última vez y rápidamente para unirse a mí. Cerramos la trampilla y la bloqueamos. El fuego que construí está manteniéndose. Ahí tres troncos extras. Tomo uno y lo pongo en las llamas mientras Isaac echa un vistazo alrededor.
-¿Dónde crees que estemos? –le pregunto cuando viene a sentarse en el suelo a mi lado. Pone el cuchillo entre nosotros. Eso me hace sentir mejor. No confió en nada. Si él no está ocultando sus armas de mí, eso es algo bueno.
-¿Con esta cantidad de nieve? ¿Quién sabe? Podríamos estar en cualquier lugar.
Estamos en medio de la nada, pienso.
-¿Cómo conseguiste salir de tus ataduras?
-¿Qué? –no entiendo lo que está diciendo, luego me doy cuenta de que piensa que yo también estaba atada.
-Yo no tenía nada –le digo.
Vuelve la cabeza para mirarme. Estamos tan cerca el vapor de nuestra respiración se está mezclando en el aire. Él tiene una barba de varios días en su cara. Quiero frotar mi palma a través de ella para poder sentir algo fuerte y real.
Sus ojos, siempre intensos, son dos piscinas oscuras de pensamientos. Casi nunca parpadea. Me ponía nerviosa al principio, cuando lo conocí, después de un tiempo llegue a apreciarlo. Era como si tuviera miedo de perder algo. Sus pacientes, también lo notaban, decían que apreciaban su falta de parpadeos en la cirugía.
Ya sabes el Doctor Asterholder nunca va a cortar una vena, era la broma corriendo en el hospital. ¿Por qué no estaba amordazada, con los brazos atados a los postes de la cama?
-Así podías liberarme-dice, leyendo mis pensamientos.
Un escalofrío corre por mi columna vertebral.
-Isaac, tengo miedo.
Se mueve más cerca, poniendo un brazo alrededor de mis hombros.
-Yo también.
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Mud Vein
RomanceCuando la solitaria novelista Senna Richards se despierta en su trigésimo tercer cumpleaños, todo ha cambiado. Enjaulada detrás de un cerco eléctrico, encerrada en una casa en medio de la nieve, Senna es dejada para descifrar las pistas para descubr...