-Él probablemente ya tiene una Daphne también. No eres humano a no ser que te emparejes con alguien, ¿verdad? Encontrar a tu alma gemela, o el amor de tu vida, o lo que sea. –Lo descarto como si no me importara.
-La gente necesita sentirse conectado con los otros –dice Isaac-. No tiene nada de malo. Tampoco tiene nada de malo sentirse demasiado roto para acercarse a eso.
Levanto la cabeza. ¿Qué? ¿Acaso cree que es un lector de almas?
-No necesito a nadie –le aseguro.
-Lo sé.
-No, no lo sabes –insisto.
Me siento mal por atacarlo, especialmente porque yo inicié la charla. Pero no me gusta lo que está insinuando, como si me conociera.
Isaac baja la mirada a su tazón vacío.
-Eres tan autosuficiente, que a veces me olvido de velar por ti. ¿Estás bien, Senna? ¿Has estado...?
Lo corto-. He estado bien, Isaac. No vayamos ahí –Me pongo de pie-. Voy a probar con el teclado.
Puedo sentir su mirada en mí mientras me voy. Me detengo en la puerta y comienzo a tipear números al azar. Hemos estado turnándonos intentando adivinar el código de cuatro dígitos, algo bastante estúpido dado que hay diez mil posibles combinaciones, salvo que no hay nada más que hace, así que, ¿Por qué no? Isaac encontró una lapicera y escribimos los códigos que intentamos en la pared junto a la puerta así no intentamos combinaciones repetidas.
Tenemos cuchillos ocultos en cada cuarto de la casa: uno para cortar carne bajo cada colchón, un serrucho del largo de mi antebrazo bajo el sofá en la pequeña sala de estar, un cuchillo de carnicero en el baño bajo el lavamanos, un cuchillo de trinchar en el pasillo de arriba en el alféizar de la ventana. Tenemos que encontrar un mejor lugar para ese, pienso. Cualquiera puede tomarlo. Cualquiera. Tomarlo...
Mi dedo está suspendido sobre el botón que dice 5. Puedo sentir mi pecho contrayéndose lentamente, como si hubiera una boa invisible apretándome. Mi respiración está agitada, demasiado. Me vuelvo hasta que mi espalda está contra la puerta y me deslizo hasta que estoy sentada en el piso. No puedo respirar. Me ahogo en un mar de aire: está a mí alrededor pero no puedo sentirlo en mis pulmones.
Isaac debe oír mis jadeos. Aparece de la nada y se agacha frente a mí.
-Senna... ¡Senna! ¡Mírame! –Encuentro su rostro, intento enfocarme en sus ojos. Si tan sólo pudiera respirar...
Me tomo la mano, con un tono implorante.
-Senna, respira. Suave y lentamente. ¿Puedes oír mi voz? Intenta que tu respiración concuerde con mi voz.
Lo intento. Su voz es distinta. Podría distinguirla en una multitud de voces. Es una octava sobre un alto. Lo suficientemente profunda para dormirte, lo suficientemente viva para mantenerte despierto. Sigo los patrones de su charla mientras me habla, las consonantes estiradas, el leve raspón en las "e". Miro su boca. Sus incisivos están levemente más adelantados que sus dientes frontales, que también están superpuestos: un defecto perfectamente imperfecto. Gradualmente mi respiración se ralentiza. Me concentro en sus manos, que sostienen las mías. Manos de cirujano. Las mejores manos para sostenerte. Marco las venas que recorren su dorso. Sus pulgares frotan círculos en la piel entre mi pulgar e índice. Tiene unas ovaladas. Cuadradas es mejor. Siento que mis pulmones se abren. Tomo el aire con hambre. Me está ayudando. Cuadrado es mejor. Lo repito una y otra vez. Es mi mantra. Cuadrado es mejor.
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Mud Vein
RomanceCuando la solitaria novelista Senna Richards se despierta en su trigésimo tercer cumpleaños, todo ha cambiado. Enjaulada detrás de un cerco eléctrico, encerrada en una casa en medio de la nieve, Senna es dejada para descifrar las pistas para descubr...