Cuando la casa está caliente y sentimos que nuestros miembros pueden moverse de nuevo, abrimos la puerta de la trampilla y bajamos las escaleras. Nos sentamos uno frente al otro en la mesa de la cocina. Nuestros ojos tienen una mirada vidriosa, vacía de dos personas en estado de shock. Aunque no tenía ninguna duda de que saltaríamos, rápidamente como los gatos, si lo necesitábamos. Toco el mango del cuchillo. Tanto Isaac como yo colocamos nuestros cuchillos en la mesa delante de nosotros: enfrentándonos. En su cara el reflejaba desconfianza no tenía que decirme nada para saberlo. Yo la tenía también. Parecíamos estúpidos; secuestrados y encerrados en una casa, esperando que quien lo hizo regresara.
-Rescate- le digo. Mi voz es áspera. Toco mi garganta antes de que pueda decir nada más. Trago y miro a Isaac.
Sus ojos se mueven a las esquinas de la habitación. Su pierna rebotando de arriba y abajo, puedo sentir las vibraciones de la misma en la madera. Cada pocos minutos sus ojos se mueven hacia la ventana, y luego de nuevo a la puerta.
-Tal vez...
Tomo en cuenta la pausa después de tal vez. Quiere decir más, pero no confía en mí, Y si tuviera que realmente examinar mi teoría lo más probable es que se desmorone. Los secuestros a cambio de rescate eran rápidos y desorganizados; armas apuntando a la cabeza, demandas urgentes. No teclados en la puerta y suficiente comida para pasar uno de los largos inviernos de George R. R. Martin1. Extiendo las manos sobre la mesa, los dedos apuntando hacia adentro, y descanso la barbilla sobre ellos. Mi meñique está tocando el mango de mi cuchillo.
Esperamos.
La cabaña es tan misteriosa y silenciosa que oiríamos un auto o una persona acercándose a una milla de distancia, pero manteníamos el control de todos modos. Esperando... esperando. Por último, Isaac se levanta. Le oigo caminar de habitación en habitación. Me pregunto si él está buscando algo o si sólo necesita moverse. Me doy cuenta de que probablemente es lo último. Él no puede quedarse quieto cuando está nervioso. Cuando vuelve a la cocina rompo el silencio.
-¿Qué si ellos no regresan?
Él no me contesta durante un largo tiempo.
-Hay una despensa ahí —él asiente hacia una puerta estrecha a la izquierda de la mesa-. Está equipada con suficiente comida para que dure durante meses. Hay un saco de cincuenta libras de harina. Pero el armario de madera sólo tiene madera suficiente para que dure un par de semanas. Cuatro como máximo si lo racionamos.
No quiero pensar en la bolsa gigantesca de harina, así que pretendo que no lo escucho. La madera sin embargo, me molesta. Prefiero no morir congelada, Hay un montón de árboles afuera. Si pudiéramos conseguir salir. Tendríamos madera.
-El cuarto del carrusel —dice-. ¿Te parece extraño? —Su voz es clara, precisa. Es la que él utiliza con sus pacientes. No soy una de sus pacientes, y no me gusta que me hable como uno.
-Sí —le digo simplemente.
1George R. R. Martin: Es un escritor y guionista estadounidense de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, autor de Games Of Thrones.
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Mud Vein
RomanceCuando la solitaria novelista Senna Richards se despierta en su trigésimo tercer cumpleaños, todo ha cambiado. Enjaulada detrás de un cerco eléctrico, encerrada en una casa en medio de la nieve, Senna es dejada para descifrar las pistas para descubr...