Corto su otra mano atada, y él toma el cuchillo por mí, cortando sus propias piernas y liberándolas. En silencio y pánico. No tendría que haberle entregado mi cuchillo. Él podría… podría ser él que… eso no tiene sentido. Cuando termina, salta de la cama, masajeando sus muñecas. Tomo un paso lejos de él… hacia la puerta. Lo único que lleva es un par de delgados pantalones de pijama. Alguien puso esos en el también, pienso.
Y luego digo su nombre en mi mente: Isaac Asterholder.
Cuando me ve con los ojos entornados.
-¿Hay alguien más aquí? ¿Has visto…?
-No –lo corto-. No creo que allá nadie aquí.
De inmediato se mueve a la puerta. Me estremezco cuando me pasa. Quiero mi cuchillo. Me detengo en la puerta, no estoy segura en quien confiar. Luego lo sigo. Busca en las habitaciones mientras sostengo mi muñeca. Si alguien nos ataca, él va a ser el primer objetivo. Necesito algo fuerte para sostener mi mano. Bajamos las escaleras e Isaac intenta abrir la puerta del frente, tira fuerte cuando no se abre, golpea duro contra la madera y maldice. Veo sus ojos en el teclado, pero no lo toca. Un teclado dentro de la casa. Quienquiera que lo puso nos dio la opción de salir.
Después de que ha hecho una búsqueda exhaustiva en los dos pisos, busca por algo para romper la ventana.
-Podríamos levantar el banco –ofrezco, haciendo un gesto hacia la pesada mesa de madera en la cocina. Isaac se frota sus sienes.
-Está bien –dice. Pero cuando tratamos de levantarla, nos encontramos con que hay lisos, tornillos de bronce agarrándolas al suelo. Comprueba el resto de los muebles. Todos están iguales. Cualquier cosa lo suficientemente pesada para romper el vidrío esta atornillada al piso.
-Tenemos que salir –insisto-. Puede que haya una herramienta para levantar los tornillos. Podemos encontrar ayuda antes de los que nos trajeron aquí vuelvan, Tiene que haber algo por aquí cerca, algún lugar donde podamos ir…
Se vuelve hacía mí repentinamente molesto.
-Senna, ¿de verdad crees que alguien que fue a través de todos los problemas para secuestrarnos, nos encerró en una casa y luego iba a hacer las cosas fáciles para que escapáramos?
Abrí y cerré mi boca. Secuestrados. Habíamos sido secuestrados.
-No lo sé –le digo-. ¡Pero por lo menos tenemos que intentar!
Está abriendo y cerrando cajones, rebuscando a través de sus contenidos. Abre la nevera y su cara visiblemente palidece.
-¿Qué? ¿Qué es? –Voy corriendo rápidamente hacia delante para ver lo que está viendo. El refrigerador es grande, tamaño industrial. Cada estante esta abastecido sin ningún centímetro de espacio de sobra. El congelador es lo mismo: carne, vegetales, helado, latas de jugo congelado. Mi cabeza me da vueltas mientras veo todo lo de adentro. Hay suficiente comida para meses. Tomo una gran lata de tomates y la tiro por la ventana lo más fuerte que puedo. La lanzo con mi mano izquierda, pero el miedo la impulsa delante con una impresionante velocidad. Golpea la ventana con un ruido sordo, y cae al mostrador, rodando hacia atrás por el suelo. Nos quedamos mirando eso, abollado por un lado, por varios minutos antes de que Isaac se agache para recogerla. Él intenta, tirando de su brazo como una jarra y dejando que se dispare de sus dedos. Esta vez el golpe es más fuerte, pero el resultado es el mismo. Corro de nuevo a la puerta principal tomando la cerradura. Grito. Golpeando mis puños contra la madera, ignorando el dolor punzante en mi mano lesionada. Necesito sentir el dolor, lo quiero. Golpeo y pateo por unos minutos antes de sentir las manos de Isaac en mis brazos. Me tira lejos.
-¡Senna! ¡Senna! –me sacudo. Miro hacia él, mi respiración agitada. Él debe ver algo en mis ojos, porque me envuelve en un abrazo. Me estremezco con su calor hasta que se aleja de mí.
-Déjame ver tu muñeca- dice gentilmente. La sostengo para él, estremeciéndome cuando me empuja gentilmente sus dedos fríos. Asiente con la cabeza en aprobación a mi cabestrillo improvisado-. Es un esguince –dice. -¿Lo tenías antes de despertarte?
Sacudo mi cabeza.
-Me caí… en el piso de arriba.
-¿Dónde te despertaste?
Le digo sobre la habitación en la parte superior de la escalera, como encontré la llave.
-Creo que estaba drogada.
Asiente.
-Sí, ambos lo estábamos. Vamos a echar un vistazo a esa habitación. Además, si hay energía, debería haber calor. Necesitamos encontrar el termostato.
Hacemos nuestro camino de vuelta por las escaleras.

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Mud Vein
Storie d'amoreCuando la solitaria novelista Senna Richards se despierta en su trigésimo tercer cumpleaños, todo ha cambiado. Enjaulada detrás de un cerco eléctrico, encerrada en una casa en medio de la nieve, Senna es dejada para descifrar las pistas para descubr...