Capitulo 7 Parte 3

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Miro por la ventana mientras pelo las patatas en el fregadero. Y entonces miro hacia abajo a las pieles, viéndose todas amontonadas y asquerosas. Debemos comernos eso. Probablemente vamos a estar muertos de hambre pronto, deseando que tuviéramos algo de la piel de la patata. Saco las tiras y las mantengo en la palma de mi mano, sin saber qué hacer con ellas. Conté las patatas de la bolsa de cincuenta libras antes de elegir cuatro de las más pequeñas. Hay setenta patatas. ¿Cuánto tiempo podríamos estirar eso? La harina, el arroz y la harina de avena? Parecía mucho, pero no teníamos ni idea de cuánto tiempo estaríamos encarcelados aquí. Encarcelados. Aquí.

Como las pieles. Por lo menos no se van a desperdiciar.

Dios. Estoy haciendo muecas y arcadas sobre la piel de patata cuando se me cae en la que estoy sosteniendo en el fregadero y presiono el talo de la mano en mi frente. Tengo que concentrarme. Mantener una actitud positiva. No me puedo dejar hundirme en ese lugar oscuro. Mi terapeuta trató de enseñarme las técnicas para hacer frente a la sobrecarga emocional. ¿Por qué no había escuchado? Recuerdo algo acerca de un jardín... caminando a través de él y tocando las flores. ¿Era eso lo que ella había dicho? Trato de imaginar el jardín, pero todo lo que ceo son las sombras que los árboles hacen y la posibilidad de que alguien se esconde detrás de un seto. Estoy tan jodida.

-¿Necesitas ayuda?

Miro por encima de mi hombro y veo a Isaac. Lo había enviado arriba para que tomara una siesta. Se ve descansado.

Los cirujanos están acostumbrados a la falta de sueño. Ha tomado una ducha y su pelo aún está mojado.

-Claro, -Señalo a la patata restante y agarra un cuchillo.

-Se siente como en los viejos tiempos -digo medio sonriendo-. Excepto que no estoy catatónica y tú no tienes esa perpetua mirada de preocupación en tu cara.

-¿No la tengo? Eso es algo grave.

Bajo mi cuchillo.

-No, en realidad, Te ves en calma. ¿Por qué es eso?

-Aceptación. Abraza lo que te está jodiendo.

-¿En serio?

Siento su sonrisa. A través de los diez centímetros de aire entre nosotros y un lavabo lleno con nuevas pieles de patata. Durante un minuto mi pecho se constriñe, entonces termina de pelar y se aleja, llevando su olor a jabón con él.

Tengo una necesidad de saber de dónde está persona en una habitación todo el tiempo. Lo escucho en la nevera, cruza la habitación y se sienta en la mesa. Por los ruidos que él está haciendo puedo decir que él tienes dos copas y una botella de algo. Me lavo las manos y me alejo del fregadero.

Está sentado en la mesa con una botella de whisky en su mano.

Mi boca se abre.

-¿Dónde la encontraste?

Sonríe.

-Al fondo de la despensa detrás de un contenedor de picatostes.

-No me gustan los picatostes.

Asiente con la cabeza como si hubiera dicho algo profundo.

Nos tomamos nuestro primer trago mientras la carne se cuece en la sartén. Creo que es de ciervo. Isaac dice que es vaca. Realmente no importa ya que este tipo de situación se roba la mayor parte de tu apetito. En realidad, no saboreamos nada, ciervo o una vaca.

Ambos fingimos que beber es divertido en lugar de enfrentar la situación. Hacemos unir los vasos y evitamos el contacto visual. Se siente como un juego; unir los vasos, tomar whisky, y mirar fijamente a la pared con una forzada sonrisa. Comemos nuestra comida casi en silencio, caras colgando como flácidos girasoles sobre nuestros platos. Mucha diversión. Estamos haciendo frente de cualquier manera. Esta noche es con whisky. Mañana podría ser con sueño.

Cuando terminamos, Isaac despeja la mesa y lava los platos. Me quedo donde estoy, extiendo mi brazo a través de la madera y apoyo mi cabeza sobre la mesa para mirarlo. Mi cabeza da vueltas por el whisky y mis ojos están aguados. Aguados no. Llorando. No cas a llorar, Senna. Tú no sabes cómo.

-¿Senna? - Isaac se seca las manos en un paño de la cocina y se extiende en el banco para mirarme a la cara.

-Tienes fugas de fluido conocido como lágrimas. ¿Eres consciente de eso?

Esnifo patéticamente.

-Odio tanto los picatostes...

Se aclara la garganta y sofoca una sonrisa.

-Como su médico le aconsejo que te quedes sentada.

Esnifo y me enderezo hasta que estoy como una especie de caída vertical.

Los dos ahora estamos esparramados en el banco, frente a frente. Isaac me alcanza con los dos pulgares y los usa para borrar las lágrimas de mis mejillas. Se detiene cuando está ahuecando mi cara entre sus manos.

-Me duele cuando lloras. -Su voz es tan seria, tan abierta. No puedo hablar de esa manera. Todo lo que digo suena estéril y robótico. Trato de mirar hacia otro lado, pero el sostiene mi cara así que no la puedo mover. No me gusta estar tan cerca de él.

El comienza a filtrarse en mis poros. Es estremecedor.

-Estoy llorando, pero no siento nada -le aseguro.

Tira de sus labios en una línea apretada y asiente.

-Sí, lo sé. Eso es lo que más me duele.


Mud VeinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora