Yacíamos.

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Yacemos mi café y yo, una garganta seca, una noche, una tú, una luna, dos o tres charcos y una pandora que se cierra cuando te veo a los ojos. Me canso de estar, de ser, de saber y no saber, de verbar. Tú ya no eres tú, y tú... tú empiezas a ser lo que yo siempre he temido que fueras. Estamos todos, aquí, y nos cansamos de estar. Fría me mira la ventana, me traspasa y se me asoma... o me asomo. Y los tragos todos locos de café inoportuno se convierten en ti, me matan y despiertan porque así sabes tú, a insomnio, a dormir y no morir, a despertar. Ay, Febrero, estás feo y nostálgico, con lagañas y carroñeros sobre ti, ¿qué te pasa? Tráemela de una vez y basta de juegos. Es que el anhelo fortuito pasa a efímero si tu voz nube y tu piel cielo no me soplan. Y lloviznas por las tardes, me llueves y te tengo gota a gota, libre, tonta y poca... escasa. Regresa ya, Agosto camuflado, piel y alma te gritan por consumir a esta congregación de suicidas. Y aquí yacíamos mi café y yo, una garganta seca, una noche, una tú, una luna, dos o tres charcos y una pandora que se abre si tú te vas.

Musa, beso y teclas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora