Musa, beso y teclas.

Te amo.

Te amo a letras, letras viejas. Te amo a enero y labios secos, hojas secas. Te amo como loco y también sincero. Te amo vestida y sin vestir, de arriba a abajo, de cabello a uña, de iris a rodilla... y de espaldas... también te amo a mis espaldas. Te amo como niño. He aprendido a amarte a la distancia y mientras camino. Te amo descalzo, desnudo. Te amo en estas cuatro paredes, llorando, loca, bailando, bajo pinos o palmas, con mis pestañas y mis labios, con diademas o con faldas... sobre todo con faldas. Te amo en los días nublados de agosto. Te amo en mis noches con luna, con poesía, estrellas y sueños cortos. Te amo en la amargura de tu pasar, también en el olor a mañanas sin ti. Te amo sobre el suelo o sobre sábanas. Te amo simple, con sabor a piel, chocolate o miel. Te amo en tu voz. Te amo en tu ser y sin prisas, sin correr. ¡Cómo amo tus ojos, carajo! Te amo imperfecta, inprudente, vil, vacía, alta, rosa y libre. Te amo perpleja. Te amo mientras sientes. Amo tu gusto a utopía y a día a día. Te amo bajo mi lengua, entre mis dientes. Te amo mojado en libertad. Te amo preso en eso que dejo cada noche: tu recuerdo. Te amo eterna, efímera y cobarde. Te amo en cada paso, te amo cada tarde. Te amo como al cielo. Te amo por ser arte.