Celeste
Había sido un día ajetreado. Era fin de mes y siempre había trabajo de sobra. Trabajamos hasta altas horas de la noche para poder realizar los balances finales y cuadrar las cuentas. Todos dentro de la oficina íbamos y veníamos de oficina en oficina. Las únicas que parecían frescas como lechugas eran las asistentes. La asistente de papá hasta limaba sus uñas despreocupada.
Benjamín no se había movido de su escritorio desde que llego a la oficina esta mañana. Incluso ni parecía parpadear. Estaba completamente perdido en el trabajo, extremadamente concentrado. Yo le hice una consulta del balance hace un par de horas, pero él parecía ni estar enterado de mi presencia dentro de la oficina.
Me senté en mi escritorio, con las fotocopias que acaba de sacar de la oficina de contaduría.
Ahora que había un nuevo rey en el trono de finanzas, a mi me dejaban con las tareas mas básicas del área. Papá no lo decía en voz alta ni lo gritaba a los cuatro vientos, pero Benjamín ya me había remplazado, y yo solo era su súbdita, un activo mas de la empresa.
Me salte la hora del almuerzo, al igual que Benjamín.
Mi espalda me estaba matando, y me dolía el trasero de pasar sentada todo la mañana.
Me levante de mi asiento para estirar un poco las piernas y ejercitar mi adolorido trasero.
Mire en dirección de Benjamín. Él seguía igual de concentrado, sin inmutarse por el dolor de espalda o quejarse por pasar sentado mucho tiempo.
Un liquido rojo broto de una de sus fosas nasales. Asustada, camine con precisión hasta donde él estaba. Me interpuse entre él y su computadora.
-Estas sangrando Benjamín-
Benjamín levanto su mirada hacia mi, pareciendo darse cuenta al fin de mi presencia.
-¿Que sucede?- me pregunto extrañado al verme parada frente a él.
-Estas sangrado- le dije de nuevo.
Ahora de sus dos fosal nasales salía sangre.
Lo levante de su asiento y lo tome de la mano para dirigirlo hasta el baño mas cercano. Tenia puesta una camisa blanca, y si dejaba que la sangre corriera mas, se la mancharía.
No había nadie alrededor, por lo que nadie noto que él y yo entramos al baño juntos.
Lo senté en la orilla del lavamos y hice que inclinara la cabeza hacia atrás. Tome papel higiénico y me parece entre sus piernas.
-Esto suele pasarme todo el tiempo- me dice mientras limpio su nariz -es cuando me concentro demasiado en lo que hago-
-Entonces descansa un momento-
Sus mano viajan hasta los botones de mi camisa y comienzo a desabotonarlos.
-Descansa, no dije diviértete- le digo en un tono pícaro.
-Solo quiero comprar algo-
Yo sigo limpiando la sangre que brota de su nariz mientras el sigue desvistiéndome.
-Benjamín, alguien puede entrar- intento detenerlo, pero él sigue hasta desabrochar por completo mi camisa.
-Lo sabia- dice con un tono de satisfacción al ver mi sostén -te dije que me encantaba el color rojo en la lencería de mujeres ayer, y ahora tú te pusiste un sostén rojo- sonríe con suficiencia.
Me alejo ofendida de él, abotonado mi camisa. No me gusta que piense que lo hice para complacerlo, aunque así sea.
-Tú te ves mejor en lila- dice a mis espaldas.
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El león y la oveja
RomansaCeleste Palermo ha vivido en la monotonía y la rutina toda su vida, complaciendo a su padre y a su madre en todo lo que le piden. Ella siente que no ha vivido por ella misma. Pero todo cambia cuando su padre contrata a un nuevo asistente de finanzas...